Categoría: Cartas

  • EL CARTERO

    El cartero era cordobés, se llamaba Ángel, llegaba a diario a nuestra casa. Yo tenía entonces diez años y había comenzado a coleccionar estampillas.

    El cartero fue para mí un descubrimiento: me fascinó que un adulto se ganase la vida andando en bicicleta, repartiendo sobres, y si bien entendía que una carta escrita en Madrid, se introducía en un buzón, del que alguien la recogía y llegaba en avión a un correo central y de ahí a correos locales y luego hombres como Ángel, las distribuían en un circuito, me resultaba mágico que todo eso funcionara.

    Empezaba a comprender lo que era un sistema. Pensé que yo podía organizar algo parecido, para conseguir estampillas sin tener que comprarlas. Un día le pregunté a Ángel si podía acompañarlo en su recorrida.

    Había buzones donde él dejaba las cartas, pero había casas, como la nuestra, que no tenían buzón, y entonces Ángel tocaba el timbre y salía una señora o un señor y se entablaba una conversación entre cartero y vecino, ahí yo preguntaba, si me podían dar las estampillas. Les debió haber parecido curioso, tal vez hasta graciosa mi manera de abordarlos, ya que ese primer día, volví con docenas de estampillas. Así de esa manera tan simple, todos los sábados a la mañana, fui consolidando una red de gente, que no sólo ya me conocían (el chico de las estampillas), sino que algunos me llamaban por mi nombre y hasta me guardaban los sobres que recibían durante la semana, mientras yo estaba en el colegio. Empecé a llevar una bolsa, porque a veces, eran cientos de sellos. Me daba cuenta que a Ángel también le gustaba, porque pedía que me las guardasen hasta el sábado. La gente comenzó a traérmelas a casa. Solía venir un señor italiano de nombre Gagliardi, una señora inglesa de apellido Moffat y otra suiza Ute, una pareja, ella de Luxemburgo de nombre Myriam, él un alemán muy cuidadoso de nombre Frank. Lo cierto es que a los diez años, yo andaba saludando y haciendo relaciones públicas con gente que tenía la edad de mis padres, y algunos la de mis abuelos.

    Cuando jugaba a la pelota en la calle, mis amigos se sorprendían por la cantidad de personas mayores con las que charlaba. Al mismo tiempo yo sabía quien era médico, quien fabricaba tractores, quien era diplomático, que autos tenían, quienes jugaban al golf, quienes eran extranjeros. Todo era una gran telaraña, y al igual que el sistema de las cartas, también me parecía mágico que todo funcionara. Había casas importantes, casas más simples, casas con muchos chicos, otras sin ninguno. También tenía enamoramientos. Ellas querían darme las estampillas y esperaban que yo llegase y yo aguardaba ansioso el sábado para verlas. Nicole y Bernadette eran dos hermanas francesas que corrían trayéndome los sobres, sonreíamos, nos mirábamos y una vez les llevé flores, y era todo.

    Este hito, fue de una manera muy sutil, el mojón cero de mis recorridos por el mundo y al mismo tiempo, el mapa del lugar donde vivía. La vez que mi madre me dijo que Ángel quería decir mensajero, tuve la impresión de cierto orden.

    Creo que esa relación con Ángel, es lo que me hizo tener un profundo respeto por todos los que formamos parte de la Sociedad Anónima.

  • PARA QUE TU PASADO NO NOS CONDENE

    CARTA ABIERTA AL SEÑOR PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA

    Doctor Javier Milei,
    Si me hubiera tocado ser tu padre te habría abrazado y acompañado, y de haber sido tu madre, te habría defendido de las iras de tu padre. La que cumplió esas funciones fue Karina.
    Siempre te protegió, te alentó y dignificó, por eso es “el Jefe” (así en masculino, como para que lo sepamos). Ninguno de los más de 8000 millones de habitantes de este planeta ha elegido a sus padres -a menos que aceptemos el mito de Er, que está en el libro X del Diálogo “La República” de Platón -aunque no creo que hoy haya muchos que busquen dialogar en La República Argentina-.
    Te tocaron los progenitores que te tocaron; “o sea, digamos” son las leyes del Mercado Terrenal desde Adán y Eva, como a ellos, a los hermanos Milei los echaron del paraíso familiar, que de acuerdo a tus comentarios fue un infierno. Cuando escuché eso sobre los maltratos paternos en un reportaje que te hicieron me conmovió.
    Te voté, (el 56 por ciento te votamos), “o sea digamos” no somos tu papá, ni ratas, ni miembros de ninguna casta, ni mandriles, ni ensobrados, somos ciudadanos que te otorgamos el honor de ser el primer servidor público por cuatro años y, de saber honrar la compleja tarea te votaremos por otros cuatro, “o sea digamos” ejercitá el arte de la política, administrá con eficiencia, goberná con templanza, dignificá a los desplazados, “o sea digamos” recordá lo que seguramente con caballerosidad te enseñó Alberto Benegas Lynch (h): “El liberalismo es el RESPETO IRRESTRICTO del PROYECTO DE VIDA del PROJIMO…”, “o sea digamos”, nosotros, los ciudadanos argentinos los que te votamos y los que no lo hicieron, “…fundamentado en el principio de NO AGRESIÓN…”, “O sea digamos” no más “ratas miserables”, ni “ñoños meados”; “…y la defensa de los DERECHOS: A LA VIDA…”, “o sea digamos” miles de niños fueron curados en el HOSPITAL GARRAHAN); “…a la LIBERTAD…”, “o sea digamos”, eligieron la Universidad Pública o la Privada; ” …y la PROPIEDAD,” “o sea digamos” no quiero tener que rematar mi centenario, digno y humilde loft de San Isidro pleno de libros y de proyectos y emigrar a San Marino o Islandia. Con toda seguridad Alberto Benegas Lynch (h) habrá subrayado que “las instituciones claves del liberalismo incluyen la PROPIEDAD PRIVADA, “o sea digamos” no quiero abandonar el Museo Virtual de la Jarra de Pingüino cuya dirección ejerzo, “…los MERCADOS LIBRES DE INTERVENCIÓN ESTATAL, “o sea digamos” algo habrá que hacer en Tierra del Fuego y algo habrá que dejar de hacer en el mercado cambiario, …la COMPETENCIA “o sea digamos” no es gritando Kirchnerismo NUNCA MÁS con un coro de serviles aduladores vestidos con buzos violetas -que serán los primeros en abandonarte-, que se triunfa en elecciones, sino con ideas claras y bien explicadas, “..la división del TRABAJO, “O sea digamos”, votamos inversion y más empleo, “…y la COOPERACION SOCIAL”, “o sea digamos” asistir a los individuos con dolencias como Karina lo hizo con vos, “…donde el ÉXITO INDIVIDUAL SE LOGRA SIRVIENDO AL PROJIMO CON BIENES Y SERVICIOS DE CALIDAD A UN PRECIO COMPETITIVO”, “o sea digamos”, no podemos, ni queremos, ni votamos los precios de Luxemburgo con salarios nacionales y populares, “o sea digamos” para que Cristina Elisabet pase definitivamente a la historia (y sucede que no absuelta) habrá, -me parece- que abrazar con ternura a Karina Elisabeth y volver a tenerla como querida hermana protectora y liberarla de la función pública; “o sea digamos” te quiero seguir votando pero danos motivos liberales, racionales y educados y no imperativos, impulsivos y kirchneristas.


    Alejandro Frango
    DNI 4702973
    11 4 199 1456