Categoría: Viajes

  • VIAJAR ES INDISPENSABLE, VIVIR NO LO ES (IV)

    CRETA

    Es la isla de Creta, es la garganta de Samaria, es el día que cumplo 33 años, como ayer cumplí 32 en la Bahía de Bengala y antes de ayer 31 en Rye en South Sussex y un año antes 30 en la Mancha del Quijote y 30 más atrás nacía en Buenos Aires, en el porteño barrio de Recoleta; cuando la Argentina estaba poblada mpor 16 millones de habitantes, el mismo número que poblaba Francia, 400 años antes, en 1548.

    Me gusta eso de haber nacido cerca de un gran cementerio, es como para que tenga siempre presente “Memento, homo, quia pulvis es, et en pulverem reverteris”, después The End, That’s All Falks, pues a caminar la vida y a gozarla y dejar que cada uno la goce como quiera, sepa y pueda. Como al río, me es indiferente que el gavilán mixto acabe de decapitar a la cotorrita verde o que dos hombres copulen a la orilla del Ceze. Que cada uno atienda su juego.

    Estuve en Atenas, caminé el Partenón, me inquietó, en el Museo Arqueológico, el mecanismo de Antiquitera, una especie de computadora del sigloI AC. De la polis no queda nada. Las civilizaciones, como nosotros, tenemos un tiempo y un día, éste se agota y dejamos paso a otra concepción, a otro grado de ignorancia.

    Estoy en Creta, camino por senderos donde hace más de 4000 años pasaban individuos similares a estos que me saludan. En el museo me entero que en 1600 AC, Creta se expande a la Grecia continental y en 1400 AC, el legendario rey Minos construye el palacio de Knossos.

    Aquí ,en San Isidro, abro la bitácora del viaje, es 1981, los dibujos me dicen que en Lakki, donde habíamos llegado en omnibus desde Xania comenzamos a caminar. Lakki tiene una iglesia ortodoxa blanca como la harina, con cúpula celeste como el cielo de San Isidro en las tardes de abril. Hay naranjos, olivos, cabras, ovejas u ortodoxos que hasta donde sé, significa legítimos; fieles seguidores pero no de Roma, de la que se separaron en 1054.

    Caminamos, 4 alemanes, 2 norteamericanas y yo, 14 kilómetros hasta Omalos y luego por el rocoso sendero de la garganta de Samaria, son 18 kilómetros de piedras y árboles caídos que hay que saltar o pasar por debajo, hay que vadear varias veces el río hasta que exhaustos llegamos a Agia Roumelli.

    Al día siguiente festejamos en Loutro con pescados que llegan a tierra de manera poco ortodoxa. Los pescadores arrojan cartuchos de dinamita y luego recogen los restos del iccidio. Un acto contra natura. Festejamos mi cumpleaños con ouzo y pescados. Las chicas norteamericanas eran Pat, que era agrónoma y su novia Anne, que era bailarina, dos de los alemanes eran médicos y los otros dos estudiantes de ingeniería tecnológica, hoy diríamos algo así como IA de acuerdo a la larga explicación muy cargada de ouzo, que además hizo que Anne dijera que por lo que recordaba de la Biblia, siempre había imaginado que Samaria estaba en el desierto, lo que provocó la burla de Klauss y la defensa exagerada de Pat por su amiga y una serie de sandeces histórico religiosas que aumentaron la tensión de una manera ridícula, entonces Hans Peter, uno de los médicos, sacó un pequeño libro de poemas y leyó: “Twenty men crossing a bridge into a village, are twenty men crossing twenty bridges into twenty villages, or one man crossing a single bridge into a village”, de Wallace Stevens.

    En una pareja con 25 ó 30 años de convivencia, cuando uno dice ¡Te amo! ¿Qué entiende el otro? ¿Samaria o la casa de té de la luna de agosto en Chos Malal?

    POR LISBOA DE LA MANO DE PESSOA

    Camino por Lisboa dejándome llevar por la guía de turismo “Lo que el turista debe ver” de Fernando Pessoa.

    Pessoa (1888-1935) que es no sólo persona, sino máscara y nada (tal vez por eso haya sido tantos). Me alojo en el hotel Borges, que está en los altos del Café La Brasileira, que en una de sus mesas sobre la vereda, tiene sentado a un ferroso Pessoa de traje y sombrero, escribiendo. Vecino al hotel, está la librería más antigua del mundo, Bertrand de 1732.

    A la vuelta, sentado en un umbral, el “verruguete”, apodo que le pusieron a un mendigo a quien le chorrea una suerte de quiste sebáceo o verruga de al menos 20 centímetros que deja en el piso una aureola, como si quisiera él también erigir su propia estatua.

    Lobo Antúnez (1942), se pregunta si un hombre que nunca ha follado puede ser buen escritor (está hablando de Pessoa). No le gusta Pessoa, quien en el “Libro del Desasosiego” escribe sobre una muchacha de aspecto masculino: “Un ente humano vulgar dirá de ella: ‘esa muchacha parece un muchacho’, otra: ‘ese muchacho’, yo diré: ‘esa muchacho’. No habré hablado, habré dicho. Después de algunas consideraciones, agrega Pessoa, “Obedezca a la gramática quien no sabe pensar lo que siente”.

    Abordo el tren en Lisboa con destino a Coimbra.

    Son las 6 am, me acaba de despertar el grito de un gallo en la medieval Coimbra. Estoy alojado en una posada en el tercer piso de una vieja y un tanto destartalada casa ubicada frente a la iglesia de ls Santa Cruz. El calor, durante la noche superó los 42 grados y entre los festejos que había en la plaza y luego la llegada de los limpiadores con sus máquinas barredoras y sus máquinas recolectoras de botellas de vidrio y sus máquinas compactadoras de envases de aluminio laminado, sus mangueras, sus gritos, más el continuo aletear de las palomas, hicieron imposible mi descanso.

    Tengo entre mis piernas trece crucifijos. Apoyé mis pies sobre el marco de bronce de la cama, tengo las piernas abiertas en V, y en esa figura han quedado enmarcadas las cruces, que adornan la fachada de la iglesia, pero tienen que haber sido más, ya que hay vestigios de otras (un resto de brazo horizontal que cuelga inclinado, próximo a un nicho, un resabio verdoso enmohecido, estampado como si fuera la aureola de un fantasma), dejan ver claramente la ausencia.

    El cuarto que habito da a la altura del coro que está adornado con escudos nobiliarios y ángeles con clarines. La iglesia es de 1131. Hace 900 años, cientos de hombres llegaban a este lugar a poner piedra sobre piedra ¿Habrá habido albañiles judíos trabajando? ¿Cuántas horas pasarían sobre los andamios? ¿Muertos por caídas, aplastados por un bloque de piedra? ¿Pararían para sacar de su morral una hogaza de pan embebida en aceite de oliva o algún caldo sobrante de la noche anterior? ¿Se pondrían en la boca un suplemento de azúcar?, que era lo que los soldados que partían en ese tiempo a la primera Cruzada, hacían para paliar la hambruna en el asalto de Acre.

    Mi inusual posición corporal, tan impúdica frente a la representación de lo sagrado, “V”, la novela de Thomas Pynchon, ese huidizo de los cenáculos literarios. He escrito Acre. Entre 1978 y 1979 trabajé en Long Acre Street, Covent Garden en el restaurant “Tango”, a corta distancia del Gran Templo de la Masonería. Hay un mural en Los Ángeles, donde esa mística norteamericana del destino manifiesto está señalada mostrando la trayectoria histórica de la masonería que tiene en Acre uno de los hitos, y California, está marcada como uno de los lugares de llegada. Fue en San Francisco, precisamente en Colombus Avenue 722-728 que es el lasndmark 408 como el “birthplace of Freemasonery in California” donde el 17 de octubre de 1849 se llevó a cabo el primer encuentro de libres y aceptados masones en el Golden State, celebrada por la Logia número 1.

    Masones, albañiles, hermanos construyendo el templo. Albañiles de Coimbra levantando la iglesia de la Santa Cruz en 1131. Coimbra, el nombre es musical como la lengua portuguesa. Primera vez que estoy aquí, pero el nombre me viene de lejos, ¿Cuándo? ¿Por qué?, ¿En que circunstancias lo escuché por primera vez? No lo sé. Universidad de larga data, fundada en 1290 en Lisboa y trasladada aquí en 1537, reinaba el español Felipe II y I de Portugal. Mi ignorancia es grande con respecto a la ciudad, pero me agrada y me gusta este halo de misterio; es uno de los placeres de los viajes: descubrir, abandonarse al instinto, lejos de guías, de referencia previas.

    Pensar lo que se siente sí, pero también sentir lo que se piensa.

  • EL RÍO

    “VOLVER AL MAR ES VOLVER A LA MADRE, ES DECIR, MORIR” J.E.CIRLOT

    Como en un naufragio, nos aferramos a un madero para no perecer. El sexo, ineludible, omnipresente. Para la inmensa mayoría: el poder y su representación más común: el dinero y su costado perverso: la ostentación o la fingida humildad. Para muchos: madre, padre o la miríada de sucedáneos: alcohol, drogas, locura, crimen, religión, fanatismos políticos o deportivos; un hijo.

    Otra vez; para muchos el mar.

    Para otros: el río.

    Sin siquiera haberlo sospechado, ahí estaba desde siempre. No guardo el momento preciso de cuando lo vi por primera vez. Sé, sin embargo, que fue en la niñez. Nací a no más de mil metros del río y he vivido casi toda mi vida a similar distancia de su orilla. Mi padre nos solía contar historias del río: la vez que con sus amigos -no tendrían más de diez años- vieron un cuerpo flotando, carnoso, boca abajo; una vez que bañándose en calzoncillos, el río les robó las ropas y su regreso semidesnudos a su casa de Olivos; el día que vieron saltar un pez oscuro, enorme.

    El río, no pudo no haber sido sino la visión primera de la mayoría de los que llegaron al país desde otro lugar: la imagen líquida de la esperanza. El bíblico barro fundante.

    La esperanza presupone una desesperación.

    Se les debe haber impuesto inmenso como el espacio, tal vez eterno como el tiempo.

    Ante él, el mar carece de carácter. El mar pudo haber sido más inspirador para los recién venidos, su mar era el Mare Nostrum, el que ocupa el medio de sus tierras.

    El río de la Plata es único, ambiguo; al punto que hubo que beberlo para engendrar el surrealista oxímoron: Mar Dulce.

    Dijo del río, siempre igual a sí mismo y siempre diferente, Heráclito, el oscuro, que tal vez lo haya sospechado, meditando en su feraz Éfesos.”No te bañaras dos veces en el mismo río”. Habiendo vivido frente al mar, podría haber hecho la misma aseveración y tal vez con mayor contundencia empleando al mar como circunstancial de lugar en su fragmento más difundido. Tal vez no lo hizo, por ser el mar un lugar común, demasiado evidente para los griegos o quizás por su estirpe noble, acostumbrada a la ingesta de pescados de río y no a la pesca marina propia de tejedores de redes, timoneles, zurcidores de velas, picapedreros, navegantes del tempestuoso Egeo. Lo cierto es que escogió el río.

    Me agrada esta ligazón entre su meditar y mi vicio, mi destino ribereño. Ha sido frente al río y no a orillas del mar donde siempre me dirijo a pensar, a soñar, a planear viajes. Es a su orilla a la que me acerco a diario y no al mar. Es frente a estas aguas fangosas en donde la identidad dejó de ser idéntica a sí misma y en donde su pétreo enunciado “A es A”, naufragó. La identidad es la primera aproximación a la posesión. Río y ribereño no somos dos veces los mismos. El río es viajero. Viaja desde el nacimiento a la desmbocadura. Cuando viajo me siento río, soy río, no me detengo. Fluyo, y lo mismo ocurre con mi pensamiento, imita la corriente del río.

    Baudelaire: le ha faltado a la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, el derecho a contradecirse y ¡cómo no!, le ha faltado a ese instituto de la modernidad, precisamente el río: no hay el mismo “yo” dos instantes seguidos. La identidad es una soberbia de petímetres, el festejo del cumpleaños, una infamia a la humildad, una convocatoria al sin sentido, una artera ficción. La identidad, umbral de la posesión, es una mala costumbre.

    El derecho de propiedad intelectual aparece por primera vez en la mercantil Inglaterra en 1702, su vate máximo jamás cobró derechos de autor, sí, en cambio, lo hicieron sus editores.

    Las orillas ven pasar las aguas. Las ciudades siguen ocupadas, atareadas en su negocio. El río es el ocio. La ciudad es la ley: el poder. El río es la libertad: el placer. La ciudad y sus negocios, y su ocio, que es negocio, desbordada en sus calles atestadas. El río está en su lecho. Ha sido la ciudad la que se define por el río y no a la inversa: Stratford upon Avon, Bagnols sur Ceze, Frankfurt am Maine, Benarés sobre el Ganges, Dublin on Liffey, Manhattan encircled by East and Hudson, Virreinato del Río de la Plata. Ha sido el río el que atrajo los asentamientos humanos, el río, el civilizador. Los puertos son las puertas. A los puertos se llega. Por ellos se entra: se parte de, se arriba a. Entrar, salir. Nacimiento. Desembocadura. Viajar, metáfora de la vida. Somos río, somos viaje.

    En la idiosincracia de los pueblos de la India, hay siempre el deseo de al menos una vez en esta vida, viajar hacia el Ganges; bañarse y beber de su agua sagrada. Ir por él hacia la muerte, hacia la desembocadura, al océano, a la madre, padre de todos los ríos, ¿Principio lógico de identidad? ¡Qué risa que me da! Flotar en sus aguas, yacer en su lecho, devenir ceniza, confundirse y ser al fin uno con el río. Por fin haber cumplido, ser polvo, ser olvido: just dust and oblivion.

    En los puertos se detiene el viaje. Para cque se detengan las aguas hay que construir el dique, el muelle, la rada, la represa. Para que al barco no se lo lleven las aguas hay que echar el ancla, hay que aferrarlo a mojones de hierro. Las aguas, como las palabras prosiguen su camino, inexorables como el tiempo. Envejece la ciudad, nunca el río. Se han muerto Charrúas y Guaraníes, se han muerto Solís, Mendoza, Schmidl, Garay, Sobremonte, Whitelocke, Liniers, San Martín, Rosas, Perón. Se han ido Mallea, Onetti, Juan L. (Ortíz), Cortázar, Borges, Saer; me iré también algún día;el Río de la Plata, ese barroso Ameleto, seguirá bañando, indiferente a Buenos Aires.

    Sólo muere lo que quiere echar raíz; permanece, lo que no quiere quedarse. Sólo vive, el que fluye. Tal vez sea por el río que me gusta tanto la lluvia. Cuando la calle se inunda de vereda a vereda; cuando no quedan cordones visibles, cuando la calle está viva, cuando se hace río, cuando se hace intransitable, salgo a caminar.

    Sólo amo al mar cuando llueve. Es cuando cae el rayo en el mar que éste me parece serio, como que adquiere dignidad, cuando compiten agua con agua, cuando cielo y tierra se unen.

  • ROSARIO DE SANTA FÉ 2009

    Estoy en Rosario, la ciudad que pudo haber sido la capital del país, y no lo fue por el veto del Presidente Sarmiento. El diario La Capital, el más antiguo del país, fundado por Ovidio Lagos en1867, con el apoyo de Urquiza, no lleva ese nombre por accidente, sino que era la punta de lanza de un proyecto de nación que había comenzado en 1862, y que el diputado Manuel Quintana presenta en la Cámara Baja del Congreso Nacional; es aprobado, pero rechazado por el Senado. Vuelve el proyecto a ser tratado en 1868 y vetado por el Presidente Mitre. Presentado a la nueva administración, es aprobado pero vetado definitivamente por Sarmiento.

    Es 2009, camino por la costanera paralela al Paraná. Me sorprendo, le han erigido una estatua a Ramón Lull, el autor de “Ars Magna”, de textos alquímicos del siglo XIII, aquí compartiendo espacio con la batería operada por el General José María Francia contra la flota porteña en defensa del federalismo, y otra estatua que homenajea a un señor de túnica y turbante de aspecto semita. Le han arrancado la placa y alguien con aerosol estampó “el gordo está reloco”. Una señora, al pasar, me ilustra con amabilidad “es Averroes”. Sigo, hay un monumento a la diversidad, también lo han intervenido con aerosol “Puto”. Más adelante, otro monumento del que sólo queda el pedestal, ni placa ni héroe nacional, pero con la inscripción “Olivos por la paz, año 2000”, me veo rodeado por jacarandaes, no veo ningún olivo. Unos pasos más adelante, un cartel advierte “Peligro -arranca”.

    Faltan placas, faltan bustos, faltan letras, falta la red ferroviaria, falta la capital, falta el país. Me da la impresión que nuestra crisis no es económica, ni política, ni social, ni siquiera ética. Me viene dando la impresión que nuestra crisis es erótica: no amamos a nuestro país. No entendemos el coincepto “república” que significa “cosa pública”, es decir de todos, y no como a veces parece entenderse: de nadie, pero mucho menos para que alguien con poder se atreva a gritar “vamos por todo”. Rosas, el padre fundante sentó las bases sobre las que se consolidó la nación, en el siglo XIX ser propietario de la tierra ubicó en el poder a los ganaderos de la Provincia de Buenos Aires. Perón, su copia remozada para el siglo XX, genera la segunda casta con prebendas a los sindicalistas, “barones del conurbano” equivalentes a los jueces de paz del rosismo y eleva a universal el concepto de pueblo-obrero-trabajador. Kirchner, basa su concepto oligárquico en una alquimia de dólares robados presentados con envoltorio tercermundista de moda hace medio siglo con una iglesia jesuítica bendiciendo al rebaño de las pobres, únicos admitidos en el reino de Dios.

    La “res pública”, los sabios conceptos liberales de la Constitución Nacional reducidos a mera forma, se impone a ella la Comunidad Organizada: la oscura Edad Media.

    Viajo a San Lorenzo. La torre del convento vista desde lo que se llama “el Campo de la Gloria”, me remitió a tareas escolares con Nesquick, Patrulla del Camino, Billiken, goma de pegar, cartulina, San Martín (Santo de la Espada), Cabral soldado heroico: los hitos de la pertenencia nacional. Un monumento castrense honra a los Granaderos en austero formato: “Santiago del Estero le dio vida, San Lorenzo gloria, homenaje al soldado López”, así se suceden Salta, Jujuy, Tucumán, Córdoba, Montevideo, y hasta Francia.

    Viajo a Santa Fé, regreso a Rosario, enfilo hacia Serodino, me paseo por el frente de la casa de Juan José Saer. Trato de imaginar el momento de la decisión; su partida en colectivo a Rosario, tren a Retiro, vuelo Buenos Aires-París, su instalación en Rennes. Hombre de río con orillas, a pesar de su conocido ensayo.

    Regreso a Buenos Aires bordeando el Paraná hasta donde lo permite la carretera Vuelta de Obligado, San Pedro, Baradero, Zárate, Campana, Tigre, San Isidro. Estaciono, camino hacia la punta del muelle de Pacheco. Aquí llega el agua que vine siguiendo desde Rosario. Me llega un mensaje al celular, pienso en Lull, viajero incansable, pienso en su “Ars Magna” como uno de los precursores de la inteligencia artificial en el año 1300, sigo para atrás, Antikitera.

    Siempre vuelvo al lugar donde empecé a pensar, siempre vuelvo al río, a este muelle y al recuerdo de El Ombú, y a mi lugar secreto de entonces: el techo de la casa de mis padres.

    Los barcos, el tren, los viajes, los libros, la aventura.

    Creo que el aprendizaje de la lengua inglesa, me acostumbró de chico a pensar y sentir desde otro ángulo. El libro de geografía “A Voyage Around the World” de Longmans, en el capítulo “The Far East”, en la sección “India” traía un grabado en papel ilustración donde se veía a dos mujeres a la orilla del Ganges, una de ellas vestida con un sarín color azafrán y la otra con uno color de lavanda; eran de piel oscura y portaban cacharros sobre las cabezas; estaban bajando las escalinatas del río sagrado y sucedió que un día de abril de 1980 yo subía a un rickshaw en la estación Benarés y como poseído, apuraba la marcha hacia el Ganges y ahí me estaban aguardando las dos esbeltas mujeres, oscuras, misteriosas, con cacharros de cobre sobre sus cabezas.

    No sólo el tiempo, sino también el espacio, comenzaba a ser un gran impostor. Un texto de Borges “El 22 de agosto de 1983” de su libro “Atlas” dice:”Bradley creía que el momento presente es aquel en el que el porvenir fluye hacia nosotros, se desintegra en el pasado, es decir que el ser es un dejar de ser…”, yo caminaba por las atestadas calles de Benarés y estaba al mismo tiempo en un aula de una casa estilo Tudor de Olivos escuchando a la muy británica Miss Dolores Solares en una tarde desolada de invierno que se hizo noche y soportando más de 50 grados de temperatura en el nórdico estado de Uthar Pradesh, por más que la lógica asevere que no se puede estar al mismo tiempo en dos lugares.

  • GLOBOS

    Son las 5 am, es el desierto, es Abu Dabi. Subimos al globo, entrelazados el deseo de ser aves y el terror a caer. Hay fuego que sale de un compresor con un estrépito que inquieta. El globo se eleva, entregándose al viento. Corren gacelas por las ondulaciones del desierto. Los caseríos se empequeñecen. Nadie habla, el silencio sólo es interrumpido por el sonido de las bocanadas de fuego. Me distraigo mirando la estela que dejó el avión. Estamos a 1250 metros y nos acaricia una brisa fresca. La canastilla es grande, somos 23 pasajeros mudos.

    Allá abajo, acaba de dejar un islote de palmeras, una caravana de camellos. Tal vez alguno de los mercaderes haya mirado hacia arriba y nos ha visto. Pensé en un film que vi en el Museo del Espacio, en Washington D.C., es un documental narrado por Morgan Freeman, que comienza mostrando a unos chicos a orillas de un arroyo en una zona rural de Holanda o Bélgica. La cámara no deja de ascender y el arroyo y los chicos dejan de existir, al igual que la canastilla en la que estamos, que se vacía: quedo solo en el globo, dejo de ser el viajador que sobrevuela el desierto en el año 2014; estoy ahora dentro de la sonda Rosetta, soy el robot Philae, que la viene conduciendo, desde hace diez años y he llegado a 6400 millones de kilómetros. Acabo de posar la sonda sobre el cometa 67P con el objeto de conocer el origen del sistema solar, porque los cometas son como las cápsulas de tiempo que guardan información sobre el inicio. Un cometa sería como una neurona de un inmenso cerebro, custodio de nuestra memoria. El sistema solar como el sistema nervioso. ¿Y si toda la cultura fuera un cerebro dañado por un ACV, intentando calcular los pelos blancos y los pelos negros que tiene una cebra?

    Vuelvo a la canastilla, desde estos 1250 metros imagino a los viajeros de la caravana con turbantes y túnicas protegiéndose de la arena. A 6400 millones de kilómetros de la tierra ¿qué sentido tienen las guerras civiles argentinas entre unitarios y federales, qué sentido tiene el Imperio Romano, qué sentido tiene el mudo alarido de la pintura de Edward Munch, un día de 1893; qué sentido tengo?

    El golpe del canasto y el posterior carreteo por el lomado desierto, me sacan de mi intermitente ensoñación.

    Nos acaba de pasar la caravana de camellos, era un tour de The Desert Experience; el guía llevaba una gorra Nike y la camiseta de la selección argentina con el nombre Messi en la espalda.

  • BARCELONA

    No me fatiga caminar una ciudad, pero caminar Barcelona, además me encanta y esta vez (2016) lo hago cableado a mi teléfono escuchando a Monserrat Caballé y Freddie Mercury cantando “Barcelona” en la Sagrada Familia, en Las Ramblas, en La Boquería, en el Puerto, en las calles del Barrio Gótico, en Sarría, en Barceloneta, en las librerías, en la playa, en los restaurantes y en los bares de tapas, en la Catedral, en la Pedrera, en la casa Batló. ¡Barcelona! ¡Barcelona!

    Veo gente por todos lados, sin escucharlos, se los oye. Me harta la cantidad de personas, aplauden y ríen por igual ante un mimo, un malabarista, un cellista que toca a Bach, redoblan los aplausos a Messi gambeteando y a Hitler vociferando. Lo importante es aplaudir y que se oiga. Sin escucharlos, me fatigan.

    De pronto dejo a la gran masa del pueblo y me escabullo en pleno Barrio Gótico por una pequeña calle que me deja en un remanso de paz que es San Felipe Neri. Hay un bar, con mesas en el playón. Pido unas tapas y cerveza. El calor es casi tan agobiante como la gente. Sólo una mesa ocupada por un muchacho de no más de 20 ó 22 años, bebe cerveza, escribe, cableado, escuchando, me gusta pensar que “Barcelona”. Su parecido con Gustave Flaubert me impacta e imagino que escribe: “PARA VIVIR TRANQUILO HAY QUE VIVIR SOLO Y PONER BURLETES EN LAS VENTANAS POR MIEDO A QUE EL AIRE DEL MUNDO LLEGUE HASTA UNO”, como escribió el de Madame Bovary.

    La paz se interrumpe por un nutrido “free tour” con megáfono y nos vemos obligados a escuchar “Felipe Neri, 1721-1752, barroco, dependencias de filipones, balas en el frente, (sí claro se ven), guerra civil, gran batalla, tropas franquistas destrozaron techo, murieron 42 niños, varios curas y al resto los fusilaron” y ¡APLAUDIERON!

    El Flaubert de jeans, musculosa, Vans negras, se pone los Ray Ban, paga, se levanta, y con toda la fuerza de su garganta, de sus pulmones, de su alma y de los gases de la cerveza ERUCTA como para que lo escuchen en Timbuctú y entonces me pongo de pie y lo aplaudo, le grito “thank you man”, me manda un “like” con su pulgar y desparece por la callejuela.

  • BORDEAUX

    Es septiembre, es 1979, es Bordeaux. Estuve diez días trabajando en la vendimia en Saint Emilion. Estoy curtido, bronceado, me duele la espalda, mis dedos con apósitos por cortes con el “cicateur”. Estoy enamorado de Claire, compañera de trabajo, poetisa, estudiante de sociología. Claire era de Charente, la tierra donde se produce el Cognac. Allá nos vamos y entre cavas de piedra y telarañas colgando de techumbres que cobijan toneles y alambiques, laberintos de cobre y chimeneas de ladrillos; una noche helada y de luna llena, habíamos terminado de comer en la pequeña terraza del galpón de una granja reciclada que nos prestaron,

    ¿Viste al ángel, Alejo?

    Lo estoy abrazando.

    No en serio.

    Ahora lo estoy besando, es mi ángel de la guarda.

    Los ángeles son asexuados.

    Creo que tienen sexo, y al menos para mí, el ángel de la guarda es mujer.

    Luego algo pasó, seguimos hablando, riendo, bebiendo y nos fuimos a acostar.

    No duermo profundo los días de luna fuerte. Me desperté en la mitad de la noche y Claire estaba en la cornisa de la ventana, mirando a la luna; fumaba. Me acerqué a ella.

    Aquí en Charente, me cuenta, cada vez que termina la destilación, en el momento que el agua arde y se transforma en agua de vida, se produce la magia alquímica, ese instante lo conocemos como “la parte des anges”.

    Nos abrazamos y dormimos luego hasta media mañana.

    Nunca sé si alguna mujer me entiende cuando me refiero al aura femenina que todo hombre tiene. Detesto la palabra conquista, pero el machismo existe y la mujer desea ser conquistada. Me espanta la posesión, pero deseamos poseer y ser poseídos. La cultura nos marca un arquetipo masculino que requiere de otro femenino. Cuando el brujo de Viena dice no saber qué quiere una mujer ¿está dudando de los arquetipos o habla como un tanguero de los años 40?

    Pascal Quignard se pregunta ¿qué hace madurar la música, en el corazón del músico? ¿qué infla el sexo del hombre que mira a una mujer? Es una ilusión, eso es. Eso mendiga. Por eso los amantes tienden las manos, extienden las manos uno hacia el otro, porque mendigan.

    Cada vez que pienso en Francia, no se me presenta la torre Eiffel, el Louvre o un restaurante, sino el campo, Claire y yo cosechando racimos de uva y arrojándolos a una batea de plástico, un pastor arreando sus ovejas por un camino de tierra, a la vera del cual crece la “garrigue” y que se pierde en una loma que termina en una iglesia abandonada y un campesino, un jornalero, pobre, bajo, tosco y hosco, carpiendo encorvado los surcos de su quinta, solitario, vestido siempre con su ropa de trabajo azul, su boina y sus alpargatas raídas. Cuando lo recuerdo, siempre pienso en Heráclito, recostado en las terrazas de Éfesos, mirando hacia el mar, pero pensando en un río, tratando de entender.

  • VIAJAR ES INDISPENSABLE VIVIR NO LO ES (TERCERA PARTE)

    GUATEMALA (1972) A orillas del lago Atitlán, en el Chichicastenango, en el poblado de Panajachel quedaba el comedero “Ramirez”.

    Ramirez servía trucha que pescaba su nieto en el lago, ella sacaba de su letargo en la tierra, zanahorias muy finas, cebolla colorada, boniato; les daba un hervor ligero y en un plato enlozado nos traía el almuerzo. Todo costaba un quetzal, que es la unidad monetaria que homenajea a un ave cuyo plumaje colorido han reproducido en sus tejidos las tribus mayas; que caminan por los senderos de los Andes poblando de colores huellas milenarias; al igual que los sherpas por los caminos del Himalaya, al igual que yo, que de tanto caminar, sueño que cruzo el King’s Albert Bridge, pero en vez de entrar en el Battersea Park, entro en el bosque que rodea a Kandy, en una de cuyas sendas, vi meditando a un hombre a la luz de una vela, a quien no quise preguntar por dónde seguía el camino. Tuve la sensación que el ya había llegado.

    OSOS (2011) Es julio, es 2011, he llegado a Port Hardy, en el extremo norte de la isla Vancouver. Mañana a las 5 am tengo que estar en el puerto. Durante una semana navegaremos por el Inside Passage, atracando en puertos cuyos nombres son Ketchikan, Wrangell, Petersburg, Sitka, Port Rupert con destino final Juneau, capital de Alaska.

    Voy a pasar la noche en B & B aquí en Port Hardy. Me informan que el único parador que sirve comidas a la tarde, está a unos dos kilómetros. Regreso ya somnoliento, en un atardecer casi eterno.

    Un oso cruza la ruta con arrogante morosidad. Contengo la respiración. Es una bestia enorme, de otro tiempo. Se pierde en la espesura del bosque. Sigo mi camino, pero cada rama que se quiebra, aun el mínimo sonido del follaje, me hace mirar al costado de la carretera, por donde se escabulló y acecha. Esto es tener miedo -me digo-, Turista argentino atacado por oso Grizzly hembra, se supone que el animal, temeroso de que sus crías estuvieran en peligro, se adelantó y de un zarpazo quebró el cuello del turista y le arrancó la cabeza, que fue encontrada por los guardaparques a un costado de la carretera, donde las hormigas festejaban el banquete que les cayó de regalo. “Tan sólo pensar que esto sucede en el siglo XXI en un país desarrollado como Canadá, y que pudo haberme pasado, me causa ahora, tomando el desayuno a las 4 am, antes de embarcarme para Juneau un estupor que me hace temblar”, escribí en la bitácora de aquel viaje.

    Hoy hay 17000 osos en Europa, están, sin embargo, extintos en Alemania desde 1800, en Guadarrama se exterminó el último en 1830, pero quedan 8000 en Rumania (ya que estamos, su capital, Bucarest, es la ciudad más peronista de Europa , cada vez que uno toma un tren o subte esos móviles salen de peron 1 , o de peron 3 , o te avisan que el tren estacionado en peron 5 no saldrá, es hora de enviar gorilas a Bucarest, en vez de tantos osos). Hay muchos osos en Rusia, también en los Cárpatos, los Alpes, los Apeninos, los Pirineos y también hay un oso sudamericano, el oso de anteojos o antifaz, también llamado frontino, ucumari o jucumari, son animales que adultos pesan unos 200 kilos y los machos miden dos metros; habitan los Andes tropicales de Venezuela, Colombia, Perú, Ecuador, Bolivia y cada tanto llegan a las yungas en Salta, y se han visto algunos en Brasil. Bestia enorme en situación plantígrada, sólo el tigre de Bengala en India me provoicó tanta fragilidad. También las arañas, las serpientes, toda la fauna submarina y la ideología peronista enquistada en todos los estratos de la sociedad argentina me preocupan. Son para mí habitantes de tiempos oscuros. el oso pertenece a ese segmento de oscuridad.

    EN RUTA (1970) Hacemos dedo en algún camino entre Ecuador y Colombia. El pueblo es pequeño, una larga calle central, pocas casas bajas y bulliciosas de borricos y de niños, algún estanco de abarrotes, alcohol y brasero de arepas. Calor pesado. Varios curiosos nos rodean. Pasa un cura, nos saluda, nos pregunta: que de dónde venimos, que por qué viajamos, que qué hacemos e imitando al gallo: que Dios está en todas partes, que los caminos del Señor, que la Gracia Divina y ya me infló los Huevos Terrenales.

    No creo que una entidad semejante pueda existir, le digo, indiferente y enciendo un cigarrillo; a lo sumo puedo soportarlo como un concepto, para establecer un orden, discutible; exhalo el humo haciendo anillos que semejan el aura, que al instante se disipa ¡ Qué no es concepto, qué es uno y trino, qué se hizo hombre para…….! Mire cura con todo respeto, no lo veo así.

    Azorado, casi espantado: ¡Entonces tú eres un libre pensador!

    BOLUDOS (1971-1980) Estamos en Cartagena de Indias, Colombia, en un bar, tomando cervezas en la vereda. Es 1971. Estaciona un Dodge Polara amarillo huevo con techo negro y casa rodante acoplada. Se dan cuenta que también somos argentinos. ¿Y esto es Cartagena? Boludo a Mar del Plata le ponemos diez palmeras y los cagamos.

    1980, bar “MONA LISA”, Katmandú, Nepal. Estoy con Maia, Bárbara, Pierre. Me doy cuenta, quiero escuchar, pido que no hagan referencia a mi nacionalidad. Te das cuenta boluda, los indios del norte son distintos a los de Tamil Nadu, son otra cosa. ¿Por qué te das cuenta? le pregunta su novia uruguaya, ¿Por qué Tomás? Y ,te das cuenta, te das cuenta, TE DAS CUENTA.

    GOOGLE 2018 Entro en Google:Werner Bischof, (Zurich 1919-Trujillo 1994).Busco una foto, “Camino del Cusco”,donde se ve a un muchacho de la etnia quechua de alrededor de 15 años. Camina tocando la quena. Viste poncho, gorro, sandalias de cuero. Tal vez (ya que no se lo ve) esté conduciendo un rebaño de llamas o cabras. La foto me transporta a una escena similar; donde me había quedado dormido, apoyado contra un árbol frente al río Beas, que es correntoso. Salta varias cascadas en su recorrido por los valles de Kulu y Manali, en el estado de Himanachal Pradesh. Me despierto con la música de una flauta y el balido de cabras. Pasa un pastor (tal vez el mismo de la foto). A mi lado una víbora verde, pequeña y según me ilustra el pastor:venenosa, (se toca el brazo con su dedo, se pellizca, traza una línea en el aire y señala el cielo con su mano y su mirada) que traduzco como picadura mortal.

    El pastor conduciendo el rebaño: detesto esa metáfora clerical, la suelen usar los dictadores.

    Bischof murió atropellado por un auto, en Trujillo, Perú. Doy fe, no morí frente al Beas, en el valle de Kulú (creo)

    COSTANERA SUR (2015) Camino por la costanera. A un lado la Reserva Natural. Veo garzas, palomas, zorzales, cotorras y un pequeño cardenal. Del otro lado Puerto Madero.

    Hace calor, faltan pocos días para Navidad. Me cruza un hombre que viene de hacer ejercicios. Sé que es diputado, he visto su foto en los diarios; alrededor de 60 años, vientre abultado, zapatillas, bermudas, torso desnudo. Lo escolta el custodio, aparenta 40 años; viste traje y corbata, celular en mano, pistola en cinto, vientre abultado. Éste, le abre la puerta trasera del Audi negro. Sube el diputado, el de traje, se ubica al lado del chofer.

    Tengo un libro de cocina anglo india, cuya tapa está ilustrada por tres comensales alrededor de una mesa en un jardín, (son los anglos), blancos, rubios; dos de ellos con botas de montar, el oiro zapatos bicolor. Han terminado de almorzar. Un criado, piel oscura, turbante, sarin y pantalón blancos, descalzo, les ofrece cigarros.

    Concluyo: el Imperio Británico siempre fue más fino que los nuevos ricos argentinos, en el trato con las personas a su servicio y más elegante. Una mera cuestión de estilos; distintas formas de ejercicio del poder.

    ESCRITOS EN PIEDRAS, Estoy en India, frente al templo de Kailasa, es 1980. Las piedras talladas, enormes, perfectas. ¿Son acaso las mismas de aquellas que vi en el Imperio Inca? ¿Soy yo el mismo?

    Sigo viajando. Me impresiona lo vasto, lo extraño que hay en todo. La memoria que vive en mí. ¿Ser´acaso, como Funes, incapaz de pensar? Al escribir, el viaje adquiere otra entidad. Estas notas, las bitácoras, son como mojones en las rutas. Como los restos de ciudades, son capítulos que hay que aprender a leer.

    No creo en verdades, no busco sentidos, me cuestiono, sin embargo: Tiahuanaku, Machu Picchu, Palenque, Copán, Tikal, Chichen Itzá, Stonehenge, las Pirámides en Egipto, Siringiya, Ellora, Ajanta, Mohingorao, Gobleki Tepe, Kajurao, Konarak, Capadocia ¿son lo que vemos? ¿civilizaciones que se agotaron o espejos de nuestro futuro? ¿El Big Bang, es el hipotético inicio, o el ineludible final? ¿o ambos? ¿Estoy huyendo?

    SAN ISIDRO (2020) He viajado a Dubai en primera clase, he viajado en helicóptero a las Scilly Islands, en globo en Capadocia y Abu Dabi, en hidroavión en Vancouver, en barco de contrabandistas en el Caribe, en carreta vtirada por bueyes en Cholila. En rickshaws en India China, a caballo en Mongolia y en Helsingfors en la Patagonia, a camello en Marruecos, a reno en la frontera ruso mongólica, a elefante en India, arriba de varias toneladas de tablas de madera, en la caja de un camión Mack desde Guatemala a Panamá durante cuatro días y de ahí en barco de guerra argentino hasta Santiago de Chile, en avión carguero desde Bogotá a Leticia y de ahí remando en canoa por el Amazonas con un remo corazón que aun conservo y que es idéntico al que pintó Gerge Catlin (1796-1872), cuando pintaba a los indios orejones, en auto por Camiñaga, a vela por el Canal de Beagle, a pie por la Pampa de Achala, en bicicleta por la Camargue, en transatlánticos desde Génova a Buenos Aires, en autobuses por miles de kilómetros de asfalto y de tierra; pero el medio de transporte que más me gusta es el tren. En el tren es más cómodo escribir en las libretas y sobre todo dibujar.

    ¿Podrán alguna vez estas notas ser un libro, o quedarán tan sólo como el delirio de alguien que documenta su vida insignificante?

    Viajo por las dos mismas razones por las que leo, para disfrutar y para tratar de responder la siguiente pregunta ¿Qué estoy haciendo aquí?, aunque por lo general me la formulo más visceralmente. ¿Qué carajo estoy haciendo aquí? What the hell are we all doing here? (En inglés, la pregunta es siempre “are we”, nunca es “am I” ¿por qué? No lo sé, pero me sale así)

    Por sobre el matrimonio, la fama, el dinero, siempre antepongo la libertad, aunque debo reconocer que no elegí a mis padres, ni mi nombre, ni mi sexo, ni mi nacionalidad, ni la época histórica que me toca vivir; sin embargo es de caballeros reconocer, que el sweater azul, de lana, que me abriga, lo elegí en un shopping en Edimburgo.

    Pascal Quignard (1948) dice que al ser humano (a todos), nos falta una imagen.

    ¿te puedo hacer una pregunta Jean?

    Sí por supuesto.

    ¿Por qué nunca te casaste?

    ……………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………….Porque siempre le tuve terror a la soledad. (de la película “Wetherby” (1985) de David Hare .Jean es interpretada por una bella Vanessa Redgrave. El que pregunta Ian Holm.

    La foto que mejor me representa, es la que me muestra en el techo de un vagon del ferrocarril Siligury-Darjeeling, está fechada 1980.

  • AÑO 2020

    2020 ha sido señalado como el año que nos permitió apreciar el caos y la falsedad con los que vivimos. Hay mucho de cierto en ello; pero cuando pase, porque esto también va a pasar, saldremos a festejar tan “mocosamente” como siempre. A seguir comiendo, copulando y cagando; ese CCC es nuestro ADN.

    Me inquietó, cuando en 1964, a orillas del lago Titicaca, los “indios” quemaban un gran muñeco y bailaban borrachos a su alrededor, burlándose de la soberbia del hombre blanco.

    Me sentí vulnerable, cuando en un cuatrimotor carguero, sobrevolando el Matto Grosso, el mecánico del avión que trataba de parar, sin conseguirlo, el continuo derrame de aceite de la nave, me comentó muerto de risa, que si no nos matábamos con la caída del avión, nos liquidarían los jíbaros de allá abajo, y me señaló unas columnas de humo que salían de la espesura.

    Experimenté cierto grado de locura, cuando entramos furtivamente en el Teatro Amazonas en Manaos: un teatro lírico construído en plena selva: eso sí que es desorden. Este panorama de caos se completó al recorrer los restos del Imperio Jesuítico en la Chiquitanía, imperio basado en la gloria de Dios.

    Hay otros hechos que si bien no puedo tildar de caóticos, me parecen sin embargo raros. Me impresiona que de los más de 300 millones de espermatozoides que viajan al encuentro de un óvulo, haya sido uno el causante de que yo sea. Raro, cómo para creérmela, raro para construir tanto ego, por una acción ajena y totalmente casual.

    ¿Cómo se las arreglan para ser jueces, emperadores, papas con semejante orígen? ¿Cómo me las arreglo con semejante conciencia?, y discuto y me enfado e insulto y me peleo defendiendo una verdad. ¿Verdad? Quien que no sea un cretino puede hablar de verdad. Soy de un país, donde muy suelto de cuerpo y de lengua, un militar expuso, y le creyeron, no una, sino 20 verdades. Murieron y mataron por ellas. Siempre me resultó raro que sin comprender cabalmente afirmemos tal cosa y no tal otra. Vivimos como si estuviéramos en un universo congelado, y lo único que se ve es movimiento y cambio.

    Joseph el de Benarés, cree en la reencarnación, yo no, pero me ha gustado jugar, en silencio a ello.

    Hay momentos yermos, de esos que cada tanto aparecen. Uno de ellos ocurrió una tarde de otoño, fresco pero no frío, en el caserío de Saussine, en el Gard. Había llovido desde la madrugada hasta el mediodía y luego salió un sol firme. Al terminar de almorzar, salí a hacer una caminata, hacia lo que llamábamos “la petite foret”, un bosquecillo joven pero tupido, sobre una loma, distante unos mil metros. Era un maravilloso lugar para jugar a las escondidas, cosa que hacían los hijos del alfarero cuando los visitaban otros chicos de pueblos vecinos, ya que permitía ver lo que sucedía en el pequeño poblado que constaba de nuestra casa, un granja de 1826 dedicada a la cría de gusanos de seda, la del alfarero Jeff, su esposa Cris y sus tres hijos que era una moderna residencia de piedra y ladrillos de no más de diez años; la de Madame Eglantine, más pequeña, pero tan antigua como la nuestra. La del suizo Leo y su novia inglesa. Leo, era una mezcla de Carlos Marx y José Hernández, corpulento, de pelo y barba tupidos, ella una lánguida y estrafalaria inglesa bastante parecida a una de las hermanas Sitwell. La casa había sido un galpón de la de Eglantine, que habían reacondicionado. Era un salón cocina comedor con chimenea, un dormitorio y un baño. Completaba el poblado una cabaña de piedra y madera de un señor jubilado y su hija fotógrafa que vivía en Suiza, pero solía pasar largas temporadas con su padre.

    Me encontraba en el bosquecillo, fumando Gitanes sin filtro mirando al pequeño camposanto custodiado por dos delgados pero añosos cipreses, que de haberlos visto van Gogh en sus recorridas por el Midi, hoy serían una venta de Sotheby’s de por lo menos 30 millones de dólares. Ellos señalaban las tres tumbas de los primeros dueños de nuestra casa. Una era de una niña de cuatro años muerta en 1835.

    Sí sabía por qué yo estaba ahí, en el campo francés, era consciente de mi elección y de sus consecuencias. Me sentía bien y por momentos feliz. Me dejé llevar por el pensamiento mágico de la reencarnación, tan real para Joseph, como para mí eran esos dos cipreses balanceándose levemente como dos alas de un inmenso pájaro verde.

    Los cátaros, considerados herejes por el Papa Inocencio III, proliferaban en la ciudad de Beziers, situada a menos de 100 kilómetros de Montpellier y fueron los asesinados de la Iglesia Católica, comandados por Arnaldo Amalric y Simón de Monfort en lo que se conoce como la Cruzada albigense (julio de 1209) que resultó un sangriento genocidio de 20000 seres humanos, por el hecho de pensar diferente; preguntado Amalric ¿cómo harían para diferenciar a los papistas de los herejes? Amalric contestó “Matádlos a todos”.

    ¿Y si yo fuera la reencarnación de un talabartero o herrero, lanceado o degollado por la militancia católica y hubiese vuelto para recordar aquel salvajismo, y para comprender mi rechazo a todo dogma, grey, rebaño o iglesia? ¿O tal vez haya podido ser Amalric: soberbio, déspota, cruel, católico rabioso, intolerante, vengativo, despreciable?

    Algo, tal vez la cola de un zorro, que vi fugazmente entre las matas, o el grito de un cuervo que pasó en dirección al Mont Bouquet, me distrajo de mi ensoñación y me volvió a la realidad de estar en 1979, en el mundo fabuloso y pleno de misterios.

    En este año de caos, de peste planetaria, a veces en sueños, otras caminando por la orilla del río de la Plata, en San Isidro, suelo refugiarme en escenas como esa.

  • VIAJAR ES INDISPENSABLE VIVIR NO LO ES (PARTE II) EN EL CAMPO FRANCÉS (1979-1981)

    A) SAUSSINE; Viví dos años al pie del Mont Bouquet, en Saussine, en el departamento del Gard. Nueve éramos los vecinos, de lo que los franceses llaman un “hameau”, es decir una aldea, más bien un caserío. La pobladora más antigua, era Madame Eglantine, nacida en 1903.

    Supe que sólo una vez había recorrido los 60 kilómetros hasta Avignon, para asistir a una boda. Un día le acerqué una carta a su nombre que el cartero había dejado en nuestro buzón. Me abrió con pudor, como abren la puerta los campesinos.

    Pude ver apoyada en la pared, al lado de la chimenea, una horquilla para el heno, y a un anciano en silla de ruedas, con la vista perdida, babeando.

    Siempre habíamos sido diez.

    B) Bagnols sur Ceze; Mirando al río, una típica casa campesina del Midi, albergaba un comedero. No tenía cartel, pero todos sabían que la señora que la habitaba, preparaba el mejor guiso de conejo de la zona. La casa, pobre, estaba edificada sobre una gran roca y algunos llamaban al comedor “La Roque”, otros lo conocían como “Le Lapin”.

    Rodeada por docenas de gatos, la mujer de anteojos, tejía. Nos sentamos: pan, vino y guiso de conejo. Los gatos, dicen algunos, son como los peronistas: dan la impresión de estar matándose, pero en realidad se están reproduciendo, o ¿eran los conejos?

    En “Le Lapin” era dificil diferenciar.

    C) SAINT LAURENT DE CARNOLS; En los lindes de Saint Laurent de Carnols vivía un tal Monsieur Albert; bajo de estatura, pobre de bienes; habitaba una casilla de ladrillos sin revocar, con hierros de conurbano bonaerense, esperando eternamente el segundo piso.

    Monsieur Albert, tenía un caballo viejo, que ataba a un carro e iba al monte, por detrás de la Cartuja de Valbonne a cortar leña, después la vendía.

    Al tiempo dejó de pasar, su carro perdió una rueda y cayó al río. Monsieur Albert no sabía nadar, tampoco leer.

    D) En una suerte de bahía pedregosa de la costa del río Ceze, un día de verano, casi porteño, dos hombres desnudos se besaron, se tocaron, copularon. Era la primera vez que veía a dos hombres sin prejuicio alguno penetrarse en un espacio público. Si bien perturbado, seguí leyendo y me quedé dormitando.

    El agua había crecido y se llevaba la ropa de los amantes, cuyos gritos me despertaron. Me señalaron que les atajara las vestimentas que pasaban cerca de mí. Sólo pude asir la sotana.

    E) PRADES; Me duele el cuerpo. Todo el cuerpo. Durante siete horas coseché duraznos. Es verano. Me trepé a los árboles en inestable equilibrio, me raspé manos, brazos, rodillas. Sudé. Estoy sucio. Es una quinta en Prades, sur de Francia. Duermo en un galpón. Hay españoles trabajando, son golondrinas, vienen para la cosecha, hablan mucho, demasiado. De noche rezan. Hablan y rezan.

    Escribo en libretas, siempre escribo, también dibujo. ¿Seré escritor alguna vez? Ser escritor no es lo mismo que llenar libretas, así como rezar no es “hablar con dios” como me dijo la gallega: “Puez ez como conversar con dios” (estimo que ella lo habría escrito con mayúscula).

    Tú siempre ezcribez.

    Y vos siempre rezás. ¡Quedate quieta, no te muevas!

    Era un alacrán. Intento besarla. Me rechaza.

    A la noche siguiente. ¡Qué! ¿Otro alacrán?

    Esta vez picó.

    Era virgen.

    ¿Te parece extraño?

    Curioso, tienes 26 años. No sé si extraño es la palabra. “Vale” como dicen ustedes. Creo que Gogol no lo hizo nunca y Nietzsche una sola vez y Pessoa, creo que pocas, si es que alguna.

    Y esos ¿quiénes son?

    Los tres chiflados.

    F) COILLURE; Sé que aquí en Coillure murió Antonio Machado, escapando de la dictadura de Franco, que también rezaba; y en Port Bou se suicidó Walter Benjamin, huyendo del genocida Hitler.

    Franco murió en España, de viejísimo y generalísimo. Dicen que Hitler escapó a Argentina y que murió en Bariloche de viejísimo y criminalísimo.

    Los dos escritores no llegaron ni a viejos.

    Nunca pretendieron ser escritorísimos.

  • VIAJAR ES INDISPENSABLE, VIVIR NO LO ES

    GALÁPAGOS (2016)

    Heráclito, rodeado de mar, escogió, sin embargo, al río como metáfora de la fugacidad de la vida, yo, en cambio, que siempre me identifico con el río, estoy en un gomón, en el pasaje que separa las dos rocas que sobresalen del Océano Pacífico, como aletas de un gigantesco fósil de una incomprensible bestia, en Kicker Rock, Galápagos, gozando esa fugacidad.

    No hay sol aquí, el canal estrecho, sombrío; por momentos lúgubre, me invita a ponerme la máscara y zambullirme. Todo mi cuerpo se reduce a visor y respirador. Soy sólo ojos y boca; lo demás es color, silencio, misterio.

    Ahí debajo, el fondo quieto del mar de repente se mueve. Un tiburón martillo: es una masa enorme de carne al acecho, tal vez desde siempre que nada con soberbia impunidad hacia mi.

    JUST A BRICK ON THE WALL

    Todas las mañanas, durante dos años (1978-1979), una mujer, vestida con el uniforme gris de London Transport, abría y cerraba la puerta del ascensor de la estación Covent Garden de la Piccadilly Line.

    Su cara era tan triste como el uniforme.

    Me fui al sur de Francia, al campo, por dos años. Volví a escucharla decir “doors closing”.

    Caminé por India seis meses. Regresé a Inglaterra, y ahí estaba, como si fuera la Reina, en representación de la nación, cumpliendo con su deber de anunciar que cerraba las puertas.

    Es 2020, cada tanto pienso en ella.

    No creo que haya dicho más que “thank you so much”, cuando le entregaron la medalla de aleación por sus 30 años de servicio.

    JALGAON (1980)

    Aun con las imágenes de las piedras enormes, y tal vez eternas, esculpidas en las cuevas de Ellora y Ajanta, y también en algún pliegue de mi cerebro, espero el tren en Jalgaon.

    Doce horas de retraso en Occidente, ameritan una cancelación; en India, te miran caminar irritado y parecen decirte, esbozando una sonrisa y meneando la cabeza: esto también es ilusión.

    Con 56 grados centígrados, los que para cualquier amante del frío, son, no el umbral, sino el mero infierno, abordamos el tren que al iniciar la marcha, mitiga en parte, tan agobiante temperatura.

    Es medianoche, vamos a Agra.

    El relámpago ilumina el desierto caliente de Mahya Pradesh, después llega el trueno y el ansiado aguacero, pero ese instante entre la luz y el estruendo, quedó grabado, hasta hoy, en esta mañana de otoño en San Isidro. Vi entonces, el fugaz campamento, las palmeras, los camellos, túnicas blancas corriendo, los destellos de una ráfaga de metralla y el rostro del niño, sentado frente a mí, aterrado.

    EL LECHERO (1978-1979)

    Con puntualidad británica, llegaba a diario al restaurant, donde yo trabajaba. Era el lechero, se llamaba Smith. Nacido en Devon, vivía en Kentish Town.

    Entre los panes de manteca, las botellas de leche y las pequeñas de crema, me comentó que ese día estaba cumpliendo 49 años.

    Canté para él;

    In a cavern, in a canyon

    Excavating for a mine,

    Dwelt a miner forty-niner

    And his daughter, Clementine.

    Se me apareció así súbitamente, la sonrisa cómplice, agradecida, en el Falkland Island Cemetery, aquí en Malvinas, en el invierno de 2017.

    THE PROSPECT OF WHITBY (2019)

    Estamos en Wapping, al este de Londres.

    Entramos en The Prospect of Whitby. Llovizna, hace frío. Converso con un amigo de toda la vida. Cuando lo conocí, él tenía ocho años, ahora vamos al casamiento de su hija en Edimburgo.

    A este pub, que es de 1520 -le digo-, venían Karl Marx y Friederich Engels. Sí, también Dickens y Peppys, y es probable que hasta Juan Manuel de Rosas.

    Te lo imaginás a Rosas, jugando al truco en pareja con Marx contra Terrero y Engels.

    Rosas, acostumbrado a tener el poder, recibe el ancho de bastos y le guiña el ojo a Marx.

    Se sabe; creo que lo publicó su nieto, que Marx prefería la Guinness, en cambio, Engels, un tanto más burgués, el Chateau Margaux 1848; estimo que Rosas, un clarete. Pedimos pastel de pollo, bebemos malbec de Mendoza.

    CAMINOS DE ISLANDIA

    Es Julio, es 2013, es una impecable y estrecha capa asfáltica que une Reykjiavik y Hofstos. Se descompone el jeep Vitara que alquilé. El celular no tiene señal. Tengo frío. Bajo del auto, hay nadie. Hay menos luz. Me maldigo. Insulto al mundo, a todo el universo, como si sólo estuviera poblado por humanos. La inmensidad vacía, me quita todo sentido como individuo:solitario es quien se aparta del todo, no quien padece la nada.

    Tal vez, pienso, la misma sensación límite de haber estado en el World Trade Center, aquel 11 de septiembre.

    Hay todavía menos luz. Veo en la loma, dos focos acercándose, otros dos detrás, otros dos seguidos por otros más grandes.

    Tengo un miedo diferente, es el miedo del lobo frente a los cazadores.

    RETIRO

    Muchos rostros sin nombre pueblan mi vida; la mayoría de niños que mendigan, la mayoría en cualquier estación ferroviaria de la India, en alguna, en muchas, demasiadas esquinas de cualquier país sudamericano. En las cercanías de Retiro.

    Lector de Borges, me digo: este rostro ya lo vi, es la doctrina de los ciclos; mañana es cualquier ayer.

    Ellos también, a pesar de su corta edad, vieron pasar a muchos, que como yo, les dejamos el vuelto del capuchino y dos de grasa con que acabamos de desayunar.