El 2 de agosto de 1850 David Dudley Field invita a Herman Melville (1819-1891) a un pic nic en Stockbridge, Lenox a realizarse el 5 de agosto. En esa reunión campestre conoce a Nathaniel Hawthorne (1804-1864) de quien dirá, “el cerebro más grande junto con el corazón más grande de la literatura norteamericana”. Por su parte Nathaniel Hawthorne, el 7 de agosto le escribe una carta a un común amigo, Horatio Bridge: “Melville me cayó tan bien que le pedí que viniera a pasar unos cuantos días conmigo antes de dejar estas tierras”. A su vez Melville escribirá en Literary World los días 17 y 24 de agosto, “No digo que el Nathaniel de Salem sea más grande, ni tan grande como el William de Avon. Pero la diferencia entre ambos no es en modo alguno desmesurada. Con no mucho más, Nathaniel habría sido ciertamente William”.
En el picnic, entre otras muchas cosas y un acercamiento espiritual a primera vista habían hablado sobre la posibilidad de que los Estados Unidos produjeran un escritor de la talla de William Shakespeare.
Los Estados Unidos, hasta 1850 habían provocado la existencia de Washington Irving (1738-1859), James Fenimore Cooper (1789-1850), Thomas Waldo Emerson (1803-1882), Henry Wordsworth Longfellow (1807-1882), Edgar Alan Poe (1809-1849), Henry Thoreau (1817-1860), Walt Whitman (1819-1892), faltaba poco más de un año para que Harriet Beecher Stowe (1811-1896) publicara su primer libro “La Cabaña del tío Tom” y por supuesto los dos escritores que comenzaron su entrañable amistad en ese picnic.
Con ese bagaje, que con el tiempo alcanzó la gloria, pero que hasta ese momento, salvo la consagración internacional de Longfellow, y la fama y éxitos de venta de Irving y Cooper, no era demasiado auspicioso, atreverse a competir con Shakespeare, es cuanto menos sorprendentemente audaz.
Contemporáneos a aquellos escritores norteamericanos, aquí en las Provincias Unidas se había provocado la existencia de Esteban Echeverría (1805-1851), Florencio Varela (1807-1848), Juan María Gutiérrez (1809-1878), Juan Bautista Alberdi (1810-1884), Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888), José Marmol (1817-1871), Vicente Fidel López (1815-1903). A ninguno de ellos se le ocurrió compartir un picnic, (cosa de mujeres), hablar elogiosamente del otro (a ver si piensan que la miro con cariño) y desafiar a Miguel de Cervantes Saavedra con una obra producida en el país.
¡Qué picnic! y ¡qué tertulia literaria!, ésta siempre ha sido tierra de machos, de cuchillos, de Juan Manueles y Juan Domingos, de mazorqueros y montoneros.
De una manera vertiginosa desde 1820 y hasta 1852 la escena político cultural del país bailó al ritmo que le impuso el señor de Palermo que desde los 13 años con la primera invasión inglesa participó en hechos militares y su figura ascendente tanto bajo el mando de Liniers, de Dorrego, de Martín Rodriguez lo consolidó como el caudillo que podía al mismo tiempo encauzar la anarquía reinante, poner un freno al asedio constante de pampas y ranqueles y administrar con espíritu empresario sus enormes extensiones de campo. Su aporte a las letras argentinas fueron “Las Instrucciones a los Mayordomos de Estancias” que escribió en la década del 20, pero que fueron publicadas en 1856 cuando se encontraba exiliado en Southampton, Gran Bretaña.
“Moby Dick comienza con los 80 epígrafes o extractos, que son colgajos o fragmentos de la aventura marinera del capitán Ahab al mando del Pequod, esa suerte de Arca de Noé de nacionalidades múltiples de la mamífera especie humana en obsesiva búsqueda del Sperm Whale o cachalote en el infinito mar que tanto me aterra. (El mar que me aterra: la esencia misma de mi ornitorrancia).
Me detengo en sólo algunos de esos extractos:
“Y Dios creo grandes ballenas”. (Génesis)
“Leviatán hace que brille una senda tras sí; se diría que el profundo mar es cano”. (Job)
“Con artificio se crea ese gran leviatán llamado Confederación o Estado (en latín Civitas) que no es sino un hombre artificial”. (Hobbes)
“España:una gran ballena varada en las playas de Europa”. (Edmund Burke)
¿Cómo leo esto?
Por un lado “Las Instrucciones a los Mayordomos de Estancias” de Rosas, se pueden leer como una introducción a lo que fue su tiranía de los más de 20 años fundantes del país, donde el “ojo” del Estado supervisaba todo de manera obsesiva y se metía hasta con una mazorca en el culo de quien no acatase lo establecido.
Por otro lado leo “Moby Dick” como una alegoría del Estado (leviatán, es sinónimo de ballena) y de cómo cuando las ideas devienen ideología, requieren necesariamente de un caudillo, (el capitán Ahab) obsesivo, autoritario, fanático que en su locura lleva al Pequod a la destrucción y a su tripulación a la muerte, de la que sobrevive el narrador Ishmael aferrado al maderamen de un ataúd.
Vendrá luego la devastadora Guerra Civil en los Estados Unidos que generará con el tiempo un grupo de intelectuales Oliver Holmes (1842-1935), William James (1842-1910), Charles Peirce (1839-1914) y John Dewey (1859-1952) entre otros que sostuvieron que las ideas no deben devenir ideología para justificar un estado de cosas considerado por el régimen como dogma y a su lider, o a su mera evocación, como indispensable al “destino trascendente de la nación”, tal como lo expresa Louis Menand en “El Club de los Metafísicos: historia de las ideas ven los Estados Unidos”.
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