Autor: alejandrofrango.com

  • AXEL SELLARS

    Mi relación con Axel Sellars, comenzó en San Isidro, en el Colegio Nacional, cuando durante dos años fue nuestro profesor de literatura; yo era entonces, un adolescente de 16 años, él un profesor australiano de 23, que hacía su tesis sobre literatura argentina.

    De entrada nos cayó bien a todos; era no sólo aire nuevo, sino que vino en jeans, con un blazer azul y se lo notaba incómodo con la corbata. Tenía un aire adolescente, que lo hacía una rara avis entre sus colegas, todos muy formales, cuando no anticuados. Estaba totalmente sorprendido por todas las veces que le preguntábamos ¿Por qué había venido a la Argentina? Nos parecía más lógico, que fuéramos nosotros los que teníamos que partir al exterior.

    Los que hablábamos inglés, comenzamos a practicar un juego que consistía en traducir literalmente expresiones de un idioma al otro. Esto lo hacíamos en juntadas en Pepino, donde nos reuníamos a comer hamburguesas y a charlar durante horas; así “La Concha de la Lora”, pasó a ser “The Parrot’s Cunt”, “Tirame el fideo” devino “Throw me the Noodle”, Perón, obviamente fue John Sunday Big Pear”; un día compramos entre todos un billete de lotería para ganarnos, cosa que no pasó el “Fat of Xmas”. Como contrapartida “Pay attention” fue “Pagá atención”, “Out of the Blue”, “Fuera del Azul”; “Fuck yourself” fue “Autogarchate”; “William Shakespeare” pasó a llamarse “Guille Sacudelanza”. Cuando llegaba la cuenta alguien comenzó a decir “Putting was the goose” y cuando a alguien lo agarraban in fraganti, se impuso el “Bad Milk”.

    Él fue quien despertó mi gusto por la literatura y quien nos alentó a escribir. Una vez nos propuso un concurso literario, que consistía en intentar superar el cuento más corto del mundo. Ante nuestra sorpresa, eufemismo por ignorancia, nos puso en antecedentes. Nos informó que hasta entonces, un tal Augusto Monterroso, figuraba en todas las antologías, como el autor de semejante logro, y que su cuento se llamaba “El Dinosaurio” y que dice; “Cuando se despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. Eso era todo, pero me deslumbró. Casi sin palabras nos mostraba un mundo: dos monstruos estudiándose. Aún no había terminado nuestro asombro, cuando Axel agregó que los triunfos son tan pasajeros como los fracasos, y que entonces, otro escritor, Luis Felipe Lomelí, lo desafió con “El Inmigrante”, que dice “¿Olvida usted algo? Ojalá”, lo que me volvió a sorprender y entonces Monterroso, nos dijo Axel, lo superó mejorando su cuento: “Dinosaurio, ¿todavía aquí?” Esto provocó a Lomelí que mejoró el suyo, y Axel nos leyó la nueva versión: “Olvido premeditadamente”, y entre risas y asombro nos leyó la última versión de “Dinosaurio”, “¿Rex?” y estallamos en carcajada.

    Axel hizo un largo silencio y alguien dijo que no podía haber algo más corto y que entonces era imposible superarlo. A lo que Axel, irónico, agregó que Lomelí, lejos de amedrentarse lo había superado y que esperaba que alguien de entre nosotros, dijera más con aún menos. Axel hizo silencio, nos escudriñó entre desafiante y sobrador, anunció que el título del cuento de Lomelí, era “Me dejaste sin palabras”, volvió a mirarnos, caminó hasta el pizarrón y escribió

    ” “

    .

    A la edad que teníamos, un triunfo deportivo, la primera novia, la primera vez, provocan una conmoción y todos estábamos deseosos por competir y ganar.

    A la siguiente semana Axel entró en el aula, como siempre lo hacía, cargado de libros que acomodó sobre su escritorio. Apartó un paquete envuelto como regalo y de una carpeta sacó las hojas que le habíamos entregado. Con cara seria anunció que había un ganador indiscutible. Este cuento, nos dijo, cumple sobradamente con los requisitos de la consigna y supera al cuento de Lomelí, menos que esto sería la página en blanco.

    Nos mataba la ansiedad, ¿Quién sería? Los nombres de Inés, Eduardo, Tomás y Ana se barajaban como uno de los probables ganadores.

    “Este cuento, en su despoiamiento, cobija la totalidad, la forma es perfecta e ideológicamente, se acerca a lo que humildemente me atrevería a llamar “la verdad”, whatever that might be”; aseveró Axel. Ahí, me pareció, sospechar al ganador.

    Nombrar -continuó- siempre implica empobrecer,marcar un límite; las etiquetas ocultan. Dios (ya no tuve dudas, iba a ponerme de pie, sin embargo, bajé la vista) ha sido la invención ante la cual nos han hecho creer nuestra insignificancia, nuestra finitud, nuestra sumisión, nuestra imperfección, nuestra ignorancia, nuestra fealdad, nuestra vileza. Por todo ello, es que le hemos atribuido trascendencia, eternidad, perfección, bondad, sabiduría, belleza, justicia, invisibilidad. En nuestra cultura nos expulsó del Edén y nos condenó a fuego eterno en caso de persistir en rebeldía, y otra eternidad en caso de obsecuencia. Aquí Axel hizo una pausa y agregó:El solitario no tiene testigos. Carece de espejo.

    Homero, ciego, nos develó un mundo.

    Platón, libera a su filósofo de la ceguera de la caverna.

    Borges, ciego, nos guía por un laberinto de espejos: el infinito estuario, donde se refleja la infinita llanura.

    Axel se acercó al pizarrón y escribió

    ” DIOS “

    .

    And the winner is, y pasé al frente orgulloso y tímido, me entregó el premio que fue “Historia de la Eternidad” de Borges, hubo aplausos, gritos y abrazos y comencé a salir con Ana.

    Para mañana lean en el diario La Nación el arículo “Todo lenguaje es fascista”, es una crítica que escribí, sobre un texto de Rolland Barthes, lo discutimos, vayan pensando, nos despidió Axel.

    “Bad Milk”, profesor, mañana es”Little Tap’s Day”, es 7 de noviembre, no hay diarios.

    ¿Y eso?

    Vaya pensando magister.

  • VIAJAR ES INDISPENSABLE, VIVIR NO LO ES (IV)

    CRETA

    Es la isla de Creta, es la garganta de Samaria, es el día que cumplo 33 años, como ayer cumplí 32 en la Bahía de Bengala y antes de ayer 31 en Rye en South Sussex y un año antes 30 en la Mancha del Quijote y 30 más atrás nacía en Buenos Aires, en el porteño barrio de Recoleta; cuando la Argentina estaba poblada mpor 16 millones de habitantes, el mismo número que poblaba Francia, 400 años antes, en 1548.

    Me gusta eso de haber nacido cerca de un gran cementerio, es como para que tenga siempre presente “Memento, homo, quia pulvis es, et en pulverem reverteris”, después The End, That’s All Falks, pues a caminar la vida y a gozarla y dejar que cada uno la goce como quiera, sepa y pueda. Como al río, me es indiferente que el gavilán mixto acabe de decapitar a la cotorrita verde o que dos hombres copulen a la orilla del Ceze. Que cada uno atienda su juego.

    Estuve en Atenas, caminé el Partenón, me inquietó, en el Museo Arqueológico, el mecanismo de Antiquitera, una especie de computadora del sigloI AC. De la polis no queda nada. Las civilizaciones, como nosotros, tenemos un tiempo y un día, éste se agota y dejamos paso a otra concepción, a otro grado de ignorancia.

    Estoy en Creta, camino por senderos donde hace más de 4000 años pasaban individuos similares a estos que me saludan. En el museo me entero que en 1600 AC, Creta se expande a la Grecia continental y en 1400 AC, el legendario rey Minos construye el palacio de Knossos.

    Aquí ,en San Isidro, abro la bitácora del viaje, es 1981, los dibujos me dicen que en Lakki, donde habíamos llegado en omnibus desde Xania comenzamos a caminar. Lakki tiene una iglesia ortodoxa blanca como la harina, con cúpula celeste como el cielo de San Isidro en las tardes de abril. Hay naranjos, olivos, cabras, ovejas u ortodoxos que hasta donde sé, significa legítimos; fieles seguidores pero no de Roma, de la que se separaron en 1054.

    Caminamos, 4 alemanes, 2 norteamericanas y yo, 14 kilómetros hasta Omalos y luego por el rocoso sendero de la garganta de Samaria, son 18 kilómetros de piedras y árboles caídos que hay que saltar o pasar por debajo, hay que vadear varias veces el río hasta que exhaustos llegamos a Agia Roumelli.

    Al día siguiente festejamos en Loutro con pescados que llegan a tierra de manera poco ortodoxa. Los pescadores arrojan cartuchos de dinamita y luego recogen los restos del iccidio. Un acto contra natura. Festejamos mi cumpleaños con ouzo y pescados. Las chicas norteamericanas eran Pat, que era agrónoma y su novia Anne, que era bailarina, dos de los alemanes eran médicos y los otros dos estudiantes de ingeniería tecnológica, hoy diríamos algo así como IA de acuerdo a la larga explicación muy cargada de ouzo, que además hizo que Anne dijera que por lo que recordaba de la Biblia, siempre había imaginado que Samaria estaba en el desierto, lo que provocó la burla de Klauss y la defensa exagerada de Pat por su amiga y una serie de sandeces histórico religiosas que aumentaron la tensión de una manera ridícula, entonces Hans Peter, uno de los médicos, sacó un pequeño libro de poemas y leyó: “Twenty men crossing a bridge into a village, are twenty men crossing twenty bridges into twenty villages, or one man crossing a single bridge into a village”, de Wallace Stevens.

    En una pareja con 25 ó 30 años de convivencia, cuando uno dice ¡Te amo! ¿Qué entiende el otro? ¿Samaria o la casa de té de la luna de agosto en Chos Malal?

    POR LISBOA DE LA MANO DE PESSOA

    Camino por Lisboa dejándome llevar por la guía de turismo “Lo que el turista debe ver” de Fernando Pessoa.

    Pessoa (1888-1935) que es no sólo persona, sino máscara y nada (tal vez por eso haya sido tantos). Me alojo en el hotel Borges, que está en los altos del Café La Brasileira, que en una de sus mesas sobre la vereda, tiene sentado a un ferroso Pessoa de traje y sombrero, escribiendo. Vecino al hotel, está la librería más antigua del mundo, Bertrand de 1732.

    A la vuelta, sentado en un umbral, el “verruguete”, apodo que le pusieron a un mendigo a quien le chorrea una suerte de quiste sebáceo o verruga de al menos 20 centímetros que deja en el piso una aureola, como si quisiera él también erigir su propia estatua.

    Lobo Antúnez (1942), se pregunta si un hombre que nunca ha follado puede ser buen escritor (está hablando de Pessoa). No le gusta Pessoa, quien en el “Libro del Desasosiego” escribe sobre una muchacha de aspecto masculino: “Un ente humano vulgar dirá de ella: ‘esa muchacha parece un muchacho’, otra: ‘ese muchacho’, yo diré: ‘esa muchacho’. No habré hablado, habré dicho. Después de algunas consideraciones, agrega Pessoa, “Obedezca a la gramática quien no sabe pensar lo que siente”.

    Abordo el tren en Lisboa con destino a Coimbra.

    Son las 6 am, me acaba de despertar el grito de un gallo en la medieval Coimbra. Estoy alojado en una posada en el tercer piso de una vieja y un tanto destartalada casa ubicada frente a la iglesia de ls Santa Cruz. El calor, durante la noche superó los 42 grados y entre los festejos que había en la plaza y luego la llegada de los limpiadores con sus máquinas barredoras y sus máquinas recolectoras de botellas de vidrio y sus máquinas compactadoras de envases de aluminio laminado, sus mangueras, sus gritos, más el continuo aletear de las palomas, hicieron imposible mi descanso.

    Tengo entre mis piernas trece crucifijos. Apoyé mis pies sobre el marco de bronce de la cama, tengo las piernas abiertas en V, y en esa figura han quedado enmarcadas las cruces, que adornan la fachada de la iglesia, pero tienen que haber sido más, ya que hay vestigios de otras (un resto de brazo horizontal que cuelga inclinado, próximo a un nicho, un resabio verdoso enmohecido, estampado como si fuera la aureola de un fantasma), dejan ver claramente la ausencia.

    El cuarto que habito da a la altura del coro que está adornado con escudos nobiliarios y ángeles con clarines. La iglesia es de 1131. Hace 900 años, cientos de hombres llegaban a este lugar a poner piedra sobre piedra ¿Habrá habido albañiles judíos trabajando? ¿Cuántas horas pasarían sobre los andamios? ¿Muertos por caídas, aplastados por un bloque de piedra? ¿Pararían para sacar de su morral una hogaza de pan embebida en aceite de oliva o algún caldo sobrante de la noche anterior? ¿Se pondrían en la boca un suplemento de azúcar?, que era lo que los soldados que partían en ese tiempo a la primera Cruzada, hacían para paliar la hambruna en el asalto de Acre.

    Mi inusual posición corporal, tan impúdica frente a la representación de lo sagrado, “V”, la novela de Thomas Pynchon, ese huidizo de los cenáculos literarios. He escrito Acre. Entre 1978 y 1979 trabajé en Long Acre Street, Covent Garden en el restaurant “Tango”, a corta distancia del Gran Templo de la Masonería. Hay un mural en Los Ángeles, donde esa mística norteamericana del destino manifiesto está señalada mostrando la trayectoria histórica de la masonería que tiene en Acre uno de los hitos, y California, está marcada como uno de los lugares de llegada. Fue en San Francisco, precisamente en Colombus Avenue 722-728 que es el lasndmark 408 como el “birthplace of Freemasonery in California” donde el 17 de octubre de 1849 se llevó a cabo el primer encuentro de libres y aceptados masones en el Golden State, celebrada por la Logia número 1.

    Masones, albañiles, hermanos construyendo el templo. Albañiles de Coimbra levantando la iglesia de la Santa Cruz en 1131. Coimbra, el nombre es musical como la lengua portuguesa. Primera vez que estoy aquí, pero el nombre me viene de lejos, ¿Cuándo? ¿Por qué?, ¿En que circunstancias lo escuché por primera vez? No lo sé. Universidad de larga data, fundada en 1290 en Lisboa y trasladada aquí en 1537, reinaba el español Felipe II y I de Portugal. Mi ignorancia es grande con respecto a la ciudad, pero me agrada y me gusta este halo de misterio; es uno de los placeres de los viajes: descubrir, abandonarse al instinto, lejos de guías, de referencia previas.

    Pensar lo que se siente sí, pero también sentir lo que se piensa.

  • EL CARTERO

    El cartero era cordobés, se llamaba Ángel, llegaba a diario a nuestra casa. Yo tenía entonces diez años y había comenzado a coleccionar estampillas.

    El cartero fue para mí un descubrimiento: me fascinó que un adulto se ganase la vida andando en bicicleta, repartiendo sobres, y si bien entendía que una carta escrita en Madrid, se introducía en un buzón, del que alguien la recogía y llegaba en avión a un correo central y de ahí a correos locales y luego hombres como Ángel, las distribuían en un circuito, me resultaba mágico que todo eso funcionara.

    Empezaba a comprender lo que era un sistema. Pensé que yo podía organizar algo parecido, para conseguir estampillas sin tener que comprarlas. Un día le pregunté a Ángel si podía acompañarlo en su recorrida.

    Había buzones donde él dejaba las cartas, pero había casas, como la nuestra, que no tenían buzón, y entonces Ángel tocaba el timbre y salía una señora o un señor y se entablaba una conversación entre cartero y vecino, ahí yo preguntaba, si me podían dar las estampillas. Les debió haber parecido curioso, tal vez hasta graciosa mi manera de abordarlos, ya que ese primer día, volví con docenas de estampillas. Así de esa manera tan simple, todos los sábados a la mañana, fui consolidando una red de gente, que no sólo ya me conocían (el chico de las estampillas), sino que algunos me llamaban por mi nombre y hasta me guardaban los sobres que recibían durante la semana, mientras yo estaba en el colegio. Empecé a llevar una bolsa, porque a veces, eran cientos de sellos. Me daba cuenta que a Ángel también le gustaba, porque pedía que me las guardasen hasta el sábado. La gente comenzó a traérmelas a casa. Solía venir un señor italiano de nombre Gagliardi, una señora inglesa de apellido Moffat y otra suiza Ute, una pareja, ella de Luxemburgo de nombre Myriam, él un alemán muy cuidadoso de nombre Frank. Lo cierto es que a los diez años, yo andaba saludando y haciendo relaciones públicas con gente que tenía la edad de mis padres, y algunos la de mis abuelos.

    Cuando jugaba a la pelota en la calle, mis amigos se sorprendían por la cantidad de personas mayores con las que charlaba. Al mismo tiempo yo sabía quien era médico, quien fabricaba tractores, quien era diplomático, que autos tenían, quienes jugaban al golf, quienes eran extranjeros. Todo era una gran telaraña, y al igual que el sistema de las cartas, también me parecía mágico que todo funcionara. Había casas importantes, casas más simples, casas con muchos chicos, otras sin ninguno. También tenía enamoramientos. Ellas querían darme las estampillas y esperaban que yo llegase y yo aguardaba ansioso el sábado para verlas. Nicole y Bernadette eran dos hermanas francesas que corrían trayéndome los sobres, sonreíamos, nos mirábamos y una vez les llevé flores, y era todo.

    Este hito, fue de una manera muy sutil, el mojón cero de mis recorridos por el mundo y al mismo tiempo, el mapa del lugar donde vivía. La vez que mi madre me dijo que Ángel quería decir mensajero, tuve la impresión de cierto orden.

    Creo que esa relación con Ángel, es lo que me hizo tener un profundo respeto por todos los que formamos parte de la Sociedad Anónima.

  • DOS GRADOS

    Enero 2019 – Julio 2019. La misma temperatura en Edimburgo y San Isidro. Me agrada que dos ciudades tan distintas compartan la misma temperatura: dos grados centígrados. No puedo decir lo mismo de otros guarismos, en grados de inflación, llevamos amplia ventaja, jamás seremos alcanzados por Escocia.

    Es enero, camino por George Street con el frío de julio, pero sin el cielo celeste de San Isidro, ni el sol plateando el inmenso río. He llegado a la Royal Mille, me detengo ante la estatua de Adam Smith (1723-1790). Who’s that granny? escucho al niño de 9 ó 10 años señalando desde su enfundada mano amarilla al pétreo pensador.

    Un hombre muy inteligente que le enseñó a la gente a usar su dinero con eficiencia.

    Sistema: ese chico estaba aprendiendo, lo que a su edad, yo aprendí de Ángel, el cartero. Me quedé pensando en una situación semejante: un niño le pregunta a la abuela ¿Y ese quién es? San Martín, Urquiza, Alvear, Roca, Mitre, Belgrano, Rosas, Dorrego, Garibaldi están a caballo, blandiendo la espada, alentando una avanzada, ¿Qué contestan las abuelas? ¿Qué sistema les podrían explicar a sus nietos con tantos militares en armas?

    Un día me salí del sistema, pero sin rompimiento, (el mundo es tan vasto, tan extraño, que hay lugar en él para que todos estemos equivocados). Fui Wakefield, me propuse serlo, nunca necesité ser Bartleby: nadie me hizo tanto daño como para decir “I would prefer not to”. Sigo viajando para tratar de entender, ¿para recordar?, nunca para olvidar.

    Edward Thomas Lawrence, nació en Gales, estudió en Oxford, sin embargo en Gran Bretaña, estaba pero sin ser. El día, que en el desierto, vistió árabe, comió árabe, pensó, sintió y balbuceó árabe, comenzó a ser y fue Lawrence de Arabia.

    William Henry Hudson, nació en Quilmes, de padres norteamericanos, pero encontró su ser en la lengua inglesa; ninguno de sus libros sobre nosotros, fue escrito en español.

    “En medio de la confusión aparente de nuestro misterioso mundo, los individuos están tan perfectamente ajustados a un sistema, y los sistemas entre sí y con un todo, que un hombre con sólo apartarse de su sistema un instante, se expone al temible riesgo de perder para siempre su lugar en el mundo. Al igual que Wakefield, puede convertirse, por así decirlo, en el desterrado del universo”, nos recuerda Hawthorne.

    Tal vez como sociedad, la Argentina viene siendo Bartleby, y desde 1930 está diciendo “I would prefer not to”. ¿Qué? Preferiría no crecer, preferiría seguir cantando “combatiendo al capital”, preferiría no hacerme cargo de mis torpezas, de mi desorden en el manejo de la cosa pública, ya que como nos recuerda Borges en el “Evaristo Carriego” (1930), la cosa pública no se entiende como de todos, sino como de nadie, por eso -agrega- robar dineros públicos, no es considerado un crimen en la patria. Preferiría culpar al Imperio Británico, al capitalismo Norteamericano, a los fondos buitres, preferiría que me juzgue la historia, cuya absolución doy por garantizada, preferiría la sumisión al Estado y la bendición del Papa peronista, preferiría por siempre ser Peter Pan.

    Historiadores, economistas, escritores, periodistas señalan mayoritariamente al 6 de septiembre de 1930 como el día del quiebre de la nación, con el golpe de Uriburu a Yrigoyen.

    Vale recordar que trepado al zócalo del auto del General iba el Capitán Juan Domingo Perón.

  • EL RÍO

    “VOLVER AL MAR ES VOLVER A LA MADRE, ES DECIR, MORIR” J.E.CIRLOT

    Como en un naufragio, nos aferramos a un madero para no perecer. El sexo, ineludible, omnipresente. Para la inmensa mayoría: el poder y su representación más común: el dinero y su costado perverso: la ostentación o la fingida humildad. Para muchos: madre, padre o la miríada de sucedáneos: alcohol, drogas, locura, crimen, religión, fanatismos políticos o deportivos; un hijo.

    Otra vez; para muchos el mar.

    Para otros: el río.

    Sin siquiera haberlo sospechado, ahí estaba desde siempre. No guardo el momento preciso de cuando lo vi por primera vez. Sé, sin embargo, que fue en la niñez. Nací a no más de mil metros del río y he vivido casi toda mi vida a similar distancia de su orilla. Mi padre nos solía contar historias del río: la vez que con sus amigos -no tendrían más de diez años- vieron un cuerpo flotando, carnoso, boca abajo; una vez que bañándose en calzoncillos, el río les robó las ropas y su regreso semidesnudos a su casa de Olivos; el día que vieron saltar un pez oscuro, enorme.

    El río, no pudo no haber sido sino la visión primera de la mayoría de los que llegaron al país desde otro lugar: la imagen líquida de la esperanza. El bíblico barro fundante.

    La esperanza presupone una desesperación.

    Se les debe haber impuesto inmenso como el espacio, tal vez eterno como el tiempo.

    Ante él, el mar carece de carácter. El mar pudo haber sido más inspirador para los recién venidos, su mar era el Mare Nostrum, el que ocupa el medio de sus tierras.

    El río de la Plata es único, ambiguo; al punto que hubo que beberlo para engendrar el surrealista oxímoron: Mar Dulce.

    Dijo del río, siempre igual a sí mismo y siempre diferente, Heráclito, el oscuro, que tal vez lo haya sospechado, meditando en su feraz Éfesos.”No te bañaras dos veces en el mismo río”. Habiendo vivido frente al mar, podría haber hecho la misma aseveración y tal vez con mayor contundencia empleando al mar como circunstancial de lugar en su fragmento más difundido. Tal vez no lo hizo, por ser el mar un lugar común, demasiado evidente para los griegos o quizás por su estirpe noble, acostumbrada a la ingesta de pescados de río y no a la pesca marina propia de tejedores de redes, timoneles, zurcidores de velas, picapedreros, navegantes del tempestuoso Egeo. Lo cierto es que escogió el río.

    Me agrada esta ligazón entre su meditar y mi vicio, mi destino ribereño. Ha sido frente al río y no a orillas del mar donde siempre me dirijo a pensar, a soñar, a planear viajes. Es a su orilla a la que me acerco a diario y no al mar. Es frente a estas aguas fangosas en donde la identidad dejó de ser idéntica a sí misma y en donde su pétreo enunciado “A es A”, naufragó. La identidad es la primera aproximación a la posesión. Río y ribereño no somos dos veces los mismos. El río es viajero. Viaja desde el nacimiento a la desmbocadura. Cuando viajo me siento río, soy río, no me detengo. Fluyo, y lo mismo ocurre con mi pensamiento, imita la corriente del río.

    Baudelaire: le ha faltado a la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, el derecho a contradecirse y ¡cómo no!, le ha faltado a ese instituto de la modernidad, precisamente el río: no hay el mismo “yo” dos instantes seguidos. La identidad es una soberbia de petímetres, el festejo del cumpleaños, una infamia a la humildad, una convocatoria al sin sentido, una artera ficción. La identidad, umbral de la posesión, es una mala costumbre.

    El derecho de propiedad intelectual aparece por primera vez en la mercantil Inglaterra en 1702, su vate máximo jamás cobró derechos de autor, sí, en cambio, lo hicieron sus editores.

    Las orillas ven pasar las aguas. Las ciudades siguen ocupadas, atareadas en su negocio. El río es el ocio. La ciudad es la ley: el poder. El río es la libertad: el placer. La ciudad y sus negocios, y su ocio, que es negocio, desbordada en sus calles atestadas. El río está en su lecho. Ha sido la ciudad la que se define por el río y no a la inversa: Stratford upon Avon, Bagnols sur Ceze, Frankfurt am Maine, Benarés sobre el Ganges, Dublin on Liffey, Manhattan encircled by East and Hudson, Virreinato del Río de la Plata. Ha sido el río el que atrajo los asentamientos humanos, el río, el civilizador. Los puertos son las puertas. A los puertos se llega. Por ellos se entra: se parte de, se arriba a. Entrar, salir. Nacimiento. Desembocadura. Viajar, metáfora de la vida. Somos río, somos viaje.

    En la idiosincracia de los pueblos de la India, hay siempre el deseo de al menos una vez en esta vida, viajar hacia el Ganges; bañarse y beber de su agua sagrada. Ir por él hacia la muerte, hacia la desembocadura, al océano, a la madre, padre de todos los ríos, ¿Principio lógico de identidad? ¡Qué risa que me da! Flotar en sus aguas, yacer en su lecho, devenir ceniza, confundirse y ser al fin uno con el río. Por fin haber cumplido, ser polvo, ser olvido: just dust and oblivion.

    En los puertos se detiene el viaje. Para cque se detengan las aguas hay que construir el dique, el muelle, la rada, la represa. Para que al barco no se lo lleven las aguas hay que echar el ancla, hay que aferrarlo a mojones de hierro. Las aguas, como las palabras prosiguen su camino, inexorables como el tiempo. Envejece la ciudad, nunca el río. Se han muerto Charrúas y Guaraníes, se han muerto Solís, Mendoza, Schmidl, Garay, Sobremonte, Whitelocke, Liniers, San Martín, Rosas, Perón. Se han ido Mallea, Onetti, Juan L. (Ortíz), Cortázar, Borges, Saer; me iré también algún día;el Río de la Plata, ese barroso Ameleto, seguirá bañando, indiferente a Buenos Aires.

    Sólo muere lo que quiere echar raíz; permanece, lo que no quiere quedarse. Sólo vive, el que fluye. Tal vez sea por el río que me gusta tanto la lluvia. Cuando la calle se inunda de vereda a vereda; cuando no quedan cordones visibles, cuando la calle está viva, cuando se hace río, cuando se hace intransitable, salgo a caminar.

    Sólo amo al mar cuando llueve. Es cuando cae el rayo en el mar que éste me parece serio, como que adquiere dignidad, cuando compiten agua con agua, cuando cielo y tierra se unen.

  • L. WITT

    Wilcock, VolksWagen, Wolf, Weber, Wake,Weininger, Wittgenstein, Westerns,West End, y es por esta W tan escasa en la lengua española que estoy aquí, en este atardecer primaveral leyendo a Thomas Bernhard (1931-1988), pero no uno cualquiera de sus libros sino el que se titula “El Sobrino de Wittgenstein” y mientras me dejo envolver o arrobar por su escritura envolvente o arrobante y el envuelto o arrobado soy yo que quedo dentro del envoltorio o arrobatorio, que incluye además la lectura de la obra de Wittgenstein en los dos volúmenes de Gredos, en parte bilingüe y en parte unilingüe, la biografía de Ray Monk “Ludwig Wittgenstein” (El deber de un Genio) y la biografía novelada de Bruce Duffy que lleva por título “El Mundo tal cual lo Encontré” que reproduce en parte el aforismo 5.631 del “Tractatus Lógico-Philosophicus” que invito al lector a leer con la inocencia del virgen (no con la “inocencia del mal”, de lo que más adelante diré algo). Me he tomado el atrevimiento irreverente de nombrar a Ludwig Wittgenstein (1889-1951), como L. Witt, no porque ame las abreviaturas, sino como un respetuoso y sentido homenaje a su persona ya que me suena a nombre de cowboy que él tanto disfrutaba con los Westerns que solía ver con su amado pelirrojo David Pinsent en 1913 con quien llegó a ver tres veces “Bronco Billy y los Cowboys” y luego en compañía de su amante Francis Skinner en los cines del West End “in London of all places” y en el Tivoli, próximo al Trinity College en Cambridge en la década del 30 y luego con Ben Richards a partir de 1945 y hasta la muerte de L. Witt en 1951.

    Debo explicar que esta sucesión de WWWWWWWWW, es el resultado de la lectura de “La Sinagoga de los Iconoclastas” de Juan Rodolfo Wilcock (1919-1978) que un día se fue del país por consejo de Adolfo Bioy Casáres, como antes se había ido Julio Cortázar harto de que los bombos peronistas no lo dejaran escuchar a Bela Bartok, y entre otras razones de su vida privada a Wilcock tampoco le caía bien el peronismo al igual que a Borges y salvando las enormes distancias , a mí me cae tan mal como a todos ellos sumados, pero yo me voy y vuelvo, es decir viajo hasta que un día emprenda el así llamado “viaje”, que no es otra cosa más que la universal y archidemcrática desaparición por siempre jamás, que es algo que detesto aún más que al peronismo; ambos, la muerte y el peronismo me dan vergüenza.

    “La Sinagoga de los Iconoclastas” de editorial Anagrama viene precedida de una invocación de Ruggero Guarini que dice: “Otra persona sobria es mi amigo Juan Rodolfo Wilcock que lleva años viviendo en el campo, en una casita sencilla, con pocos muebles, escasos cacharros y un estante de libros…………sus grandes lujos son un viejo VolksWagen, y una buena radio para escuchar un lied de Wolf o un cuarteto de Weber. Pero tampoco el trabaja; escribe poemas y cuentos…………y echado en un diván lee y relee a Joyce y a Wittgenstein”.

    Cuando el 16 de marzo de 1978 Wilcock muere de un infarto acababa la traducción de “Finnegans Wake”. Copio en mi bitácora el epígrafe con que Ray Monk comienza la biografía de L. Witt “La lógica y la ética son fundamentalmente la misma cosa:El deber hacia uno mismo” del libro “Sexo y Carácter” de Otto Weininger y me pongo a devorar a L. Witt.

    Dicen que los extremos se tocan. Cada vez aumenta mi convicción de que en un planeta que gira sobre su eje, mientras gira alrededor del sol es bastante posible (debo trabajar en hacerlo probable) que personas y acontecimientos naturales y culturales vuelvan a suceder casi idénticamente: veo en la vida y el pensamiento fragmentario de L. Witt, una similitud con la vida y los fragmentos de Heráclito, así como veo en la invasión de Putin a Ucrania una reiteración de la invasión de Hitler a Austria, y como el 3 de septiembre de 1939 se replica en el 24 de febrero de 2022 ante idéntico asombro y pasividad de Europa. Percibo una suerte de convicción generalizada de que algo equivalente al mítico Diluvio Universal está próximo a ocurrir.

    5.631 “El sujeto pensante, representante, no existe. Si yo escribiera un libro, “El mundo tal como lo encontre”, debería informar en él también sobre mi cuerpo y decir qué miembros obedecen a mi voluntad y cuáles no, etcétera; ciertamente esto es un método para aislar al sujeto o, más bien, para mostrar que en un sentido relevante no hay sujeto: de él sólo, en efecto, no cabría tratar en este libro”. Agrega luego que el sujeto no pertenece al mundo y los compara con el ojo y el campo visual, donde al ojo uno no lo ve realmente y nada en el campo visual permite inferir que es visto por un ojo. 5.634 “Todo lo que vemos podría ser también de otra manera”. (Darwin nunca llegó a estudiar los monos verdes de San Cristóbal y Nieves).

    “La hipócrita voluntad sólo culpa a la mano que culpa a la muerte que a su vez culpa al sexo, tonto pero no menos turgente” dice Bruce Duffy y es el cuerpo que necesita decir como el cerebro lógico de L. Witt y se masturba en el barco de guerra en el Vistula, y se masturba en Cambridge y en la cabaña en Noruega y cuando está con Francis Skinner y se siente sucio y pecador y necesita confesarse ante amigos y colegas y necesita desprenderse de la fortuna heredada y trabajar como maestro rural y es Heráclito a quien el cetro de basileus lo enferma y sube a la montaña a encontrarse consigo, como L. Witt en la soledad de su cabaña de Songe.

    La inocencia virginal es la del infante, la del que aún no ha sido fraguado por el lenguaje: la de todos nosotros cuando niños, todos nosotros cuando vimos el mar desconocido, el bosque misterioso y en él, el rugido. Los extremos se tocan: la inocencia virginal y la inocencia del mal. L. Witt repite en sus aforismos los fragmentos de Heráclito, y repite en su vida el despojamiento del griego. L.Wiit rechaza la segunda fortuna más grande del Imperio Austro-Húngaro para pelearse con Bertrand Russell sobre si los tres manchones de tinta que éste acaba de estampar con ira sobre una hoja en blanco ¿existen o no?

    Al pensar estas situaciones de cuerpos y mentes en conflictos y de egos en discordia percibo que todo parece un juego, escenas de una eterna tragicomedia que quiero ilustrar para dar un ejemplo de la inocencia del mal. Recurro como tantas otras veces a un texto de Borges, se titula “Lunes 22 de julio de 1985” donde nos narra su experiencia en un juicio oral (el de Victor Melchor Basterra 1944-2020) quien había estado en prisión cuatro años, azotado, vejado, torturado y cuando Borges esperaba las quejas del obrero metalúrgico, se sorprende cuando lejos de tal cosa, observa que “el réprobo había entrado enteramente en la rutina del infierno. De todo lo espantoso que oí esa tarde y que espero olvidar referiré lo que más me marcó para librarme de ella. Ocurrió un 24 de diciembre, llevaron a todos los presos a una sala y vieron una mesa tendida, vieron manteles, platos de porcelana, cubiertos y botellas de vino. Después llegaron los manjares (recito las palabras del huésped). Era la cena de Nochebuena. Habían sido torturadods y no ignoraban que los torurarían al día siguiente. Apareció el Señor de ese infierno y les desó Feliz Navidad. No era una burla, no era un remordimiento. Era como ya dije una suerte de inocencia del mal”.

    Se pregunta Borges “¿Qué pensar de todo esto? Yo personalmente descreo del libre albedrío. Descreo de castigos y de premios. Descreo del infierno y del cielo. Almafuerte escribió: Somos los anunciados, los previstos, si hay un Dios, si hay un punto Omnisapiente y antes de ser, ya son en esta Mente, los Judas, los Pilatos y los Cristos”

    L. Witt en constante lucha con sus fantasmas: la tradición judía del Mayer de su bisabuelo oculta tras el principesco Wittgenstein, la inconmensurable fortuna familiar que desea purgar mediante la docencia con los hijos de toscos campesinos batiéndose contra el engolado y hueco lenguaje de la academia y los mohínes de los snobs de Cambridge. Explicando que el mundo consiste en hechos y no en cosas, (“La ciencia se mueve en el orden de lo real o de lo probable; la filosofía lo hace en el orden de lo posible, del lenguaje, de los conceptos”). Va cargando con el suicidio de tres hermanos, la rigurosa autoridad de su padre, las docenas de sirvientes, la obligada aceptación a pasar Navidad en Viena consu familia y Fraulein Ketteler, invitada con sus padres y ofrendada como pavo trufado a ser la esposa de L. Witt, que terminada la comida es invitada a pasar a la biblioteca donde en privacidad esperan, los mayores, que al salir L. Witt, anuncie su noviazgo. Cerradas las puertas corredizas de la grandiosa biblioteca, L. Witt tiembla y transpira y no entiende como la Fraulein no ve que él no es P sino -P, que P supera lo V o F, ya que para él es imposible y esos interminables minutos son como el casi eterno esplendor de los Habsburgo que estallará en mil pedazos en poco tiempo. Y así como un elefante no puede hacer lo que hace la golondrina, ni una lenteja comportarse con el café como lo hace el azúcar, L. Witt no puede hacer con la Fraulein, lo que su padre hace con su madre, ni la Argentina puede librarse del autoritarismo fascista, como tampoco pudo Austria con los nazis. Tendrá que llegar una nueva manera de pensar y ésta tendrá que ser tan contundente como la transformación que hizo que se pasase de la alquimia a la química, del Dios trino al “In God We Trust”, tirar por la borda la fe dogmática y entrar en la racionalidad y es otra vez Heráclito con su cuenco humeante y el olor de pan recién salido del horno, así como es L. Witt mirando a Billy Billoch montado en su caballo en la pantalla del cine Paris de Thistle Grove con Ben Richards sentado a su lado con la cabeza apoyada en su hombro..

    Escapar de su padre, de su judaísmo, de su fortuna, de Viena, de su lengua, de Cambridge, de la gente, porque el filósofo es un solitario, el filósofo es un ciudadano de ninguna comunidad de ideas; la cabaña de Songe en Noruega, la casa del granjero en Irlanda, “la política es lo que hace el hombre a fin de ocultar lo que es y lo que no sabe”. Escapar como Heráclito, como Nietzsche, no dejarse atrapar, escapar del sistema (de cualquiera) es buscarse, es tratar de decir con las palabras de siempre lo que éstas aun no han dicho. ¿Cómo hacerles decir algo diferente? ¿Qué cosa decimos cuando decimos algo? Tal vez la respuesta haya que buscarla en la poesía “la palabra dice lo que dice y además más y otra cosa” escribió Alejandra Pizarnik, o quizás no haya nada que buscar pues “la vida no es más que la construcción de un cadaver” como lapidariamente dejó escrito Walter Benjamin.

  • 1873-2024

    Son los 150 años que separan a la Charville de Rimbaud (1854-1891), de la Rosario de un sicario, es la grieta entre “Una temporada en el Infierno” y la sentencia lapidaria “Me fascina el Mal”; como respuesta del sicario a la pregunta de un periodista. Es el abismo que distancia a quienes las expresan. Ambos tienen al momento de decirlas, 19 años. Los dos abandonados por sus padres a los 10 años. En Rimbaud hay opio, hay hachis: delirio poético. En el rosarino encapuchado hay narcotráfico, crimen, poder.

    El retoño de la provinciana ciudad de Charville -distante unos 200 y tantos kilómetros de París- está visceralmente enojado con el mundo, lo mismo le sucede, pero de manera bestial, al anónimo sicario, retoño de otra ciudad de provincia a unos 200 y tantos kilómetros de Buenos Aires.

    “La vida es una farsa que todos debemos representar”, sentencia Rimbaud. Todo es una simulación, un “como si”, “Todo” significa lo sucedido, lo que sucede, lo que sucederá. Expresé haber optado por la “epojé” ( ). Bartleby, huye (XXX), Wakefield (¿?) es una suspensión, Rimbaud ([{(¿?)]}) es la fuga de sí mismo, la experimentación sin límite. Me pregunto si el anónimo sicario estará satisfecho con el rol que le ha tocado en la opereta. Pienso en la isla salvadora: isla de Pascua, Cuba, Isla de San Andrés, Isle of Man, Channel Islands, Isle of Wight, Scilly Islands, Irlanda, Aran Islands, Isla Martín García, Isla de Creta, Gran Bretaña, Isla de Córcega, Staten Island, Isla de Corfú, Isla de Cerdeña, Islas Malvinas, Sicilia, Islandia, Isla de Lesbos, Islas del Tigre, Robben Island, Isla de Rodas, Isla de Mitilene, Sri Lanka, Islas Maldivas, Isla de Ibiza, Elephant Island de India, Isla Mujeres, Isla de Cozumel, Islas Galápagos, Isla de Tierra del Fuego, Isla Victoria, Isla de Manhattan, Isla Gorriti, Isla Santa Caterina, Isla de los Uros, Isla de Madeira, isla interior de cada uno. Uno. Yo.
    Rimbaud se da a la fuga, el sicario huye de la escena del crimen; Melville “Prefers not to”, Hawthorne engendra a Wakefield, Breece D’J Pancake se pega un tiro. Más allá de las diferencias económicas, culturales, sexuales, intelectuales, psicológicas y sociales a todos nos ha enfermado ese fantasma llamado Dios que es el germen de este hartazgo universal que ha tenido a la humanidad bajo su yugo y causado el sometimiento, las castas, los privilegios, la ignorancia, la opresión, el odio, las guerras, la codicia, la venganza, el Infierno de Rimbaud, el Deseo del Mal del sicario rosarino. Dios como el mal absoluto.

    “Esa monstruosa ilusión llamada cristiandad”, estalló Kierkegard,

    “Maldición sobre el cristianismo”, explotó Nietzsche.

    Al sicario le gusta el Mal, a mi el Infierno plagado de liturgia católica, expresado por un ciudadano de Francia, “hija primogénita de la Iglesia”

    La farsa es un continuado, el espectáculo comienza cuando usted llega. El sicario rosarino mata. Rimbaud escribe. Yo leo, anoto, viajo. No figura en mi lista la isla de Java que visitó Rimbaud; esa carencia me iguala al sicario; pero “¿hay violencia más triste que la palabra isla?” María Negroni dixit.

  • ROSARIO DE SANTA FÉ 2009

    Estoy en Rosario, la ciudad que pudo haber sido la capital del país, y no lo fue por el veto del Presidente Sarmiento. El diario La Capital, el más antiguo del país, fundado por Ovidio Lagos en1867, con el apoyo de Urquiza, no lleva ese nombre por accidente, sino que era la punta de lanza de un proyecto de nación que había comenzado en 1862, y que el diputado Manuel Quintana presenta en la Cámara Baja del Congreso Nacional; es aprobado, pero rechazado por el Senado. Vuelve el proyecto a ser tratado en 1868 y vetado por el Presidente Mitre. Presentado a la nueva administración, es aprobado pero vetado definitivamente por Sarmiento.

    Es 2009, camino por la costanera paralela al Paraná. Me sorprendo, le han erigido una estatua a Ramón Lull, el autor de “Ars Magna”, de textos alquímicos del siglo XIII, aquí compartiendo espacio con la batería operada por el General José María Francia contra la flota porteña en defensa del federalismo, y otra estatua que homenajea a un señor de túnica y turbante de aspecto semita. Le han arrancado la placa y alguien con aerosol estampó “el gordo está reloco”. Una señora, al pasar, me ilustra con amabilidad “es Averroes”. Sigo, hay un monumento a la diversidad, también lo han intervenido con aerosol “Puto”. Más adelante, otro monumento del que sólo queda el pedestal, ni placa ni héroe nacional, pero con la inscripción “Olivos por la paz, año 2000”, me veo rodeado por jacarandaes, no veo ningún olivo. Unos pasos más adelante, un cartel advierte “Peligro -arranca”.

    Faltan placas, faltan bustos, faltan letras, falta la red ferroviaria, falta la capital, falta el país. Me da la impresión que nuestra crisis no es económica, ni política, ni social, ni siquiera ética. Me viene dando la impresión que nuestra crisis es erótica: no amamos a nuestro país. No entendemos el coincepto “república” que significa “cosa pública”, es decir de todos, y no como a veces parece entenderse: de nadie, pero mucho menos para que alguien con poder se atreva a gritar “vamos por todo”. Rosas, el padre fundante sentó las bases sobre las que se consolidó la nación, en el siglo XIX ser propietario de la tierra ubicó en el poder a los ganaderos de la Provincia de Buenos Aires. Perón, su copia remozada para el siglo XX, genera la segunda casta con prebendas a los sindicalistas, “barones del conurbano” equivalentes a los jueces de paz del rosismo y eleva a universal el concepto de pueblo-obrero-trabajador. Kirchner, basa su concepto oligárquico en una alquimia de dólares robados presentados con envoltorio tercermundista de moda hace medio siglo con una iglesia jesuítica bendiciendo al rebaño de las pobres, únicos admitidos en el reino de Dios.

    La “res pública”, los sabios conceptos liberales de la Constitución Nacional reducidos a mera forma, se impone a ella la Comunidad Organizada: la oscura Edad Media.

    Viajo a San Lorenzo. La torre del convento vista desde lo que se llama “el Campo de la Gloria”, me remitió a tareas escolares con Nesquick, Patrulla del Camino, Billiken, goma de pegar, cartulina, San Martín (Santo de la Espada), Cabral soldado heroico: los hitos de la pertenencia nacional. Un monumento castrense honra a los Granaderos en austero formato: “Santiago del Estero le dio vida, San Lorenzo gloria, homenaje al soldado López”, así se suceden Salta, Jujuy, Tucumán, Córdoba, Montevideo, y hasta Francia.

    Viajo a Santa Fé, regreso a Rosario, enfilo hacia Serodino, me paseo por el frente de la casa de Juan José Saer. Trato de imaginar el momento de la decisión; su partida en colectivo a Rosario, tren a Retiro, vuelo Buenos Aires-París, su instalación en Rennes. Hombre de río con orillas, a pesar de su conocido ensayo.

    Regreso a Buenos Aires bordeando el Paraná hasta donde lo permite la carretera Vuelta de Obligado, San Pedro, Baradero, Zárate, Campana, Tigre, San Isidro. Estaciono, camino hacia la punta del muelle de Pacheco. Aquí llega el agua que vine siguiendo desde Rosario. Me llega un mensaje al celular, pienso en Lull, viajero incansable, pienso en su “Ars Magna” como uno de los precursores de la inteligencia artificial en el año 1300, sigo para atrás, Antikitera.

    Siempre vuelvo al lugar donde empecé a pensar, siempre vuelvo al río, a este muelle y al recuerdo de El Ombú, y a mi lugar secreto de entonces: el techo de la casa de mis padres.

    Los barcos, el tren, los viajes, los libros, la aventura.

    Creo que el aprendizaje de la lengua inglesa, me acostumbró de chico a pensar y sentir desde otro ángulo. El libro de geografía “A Voyage Around the World” de Longmans, en el capítulo “The Far East”, en la sección “India” traía un grabado en papel ilustración donde se veía a dos mujeres a la orilla del Ganges, una de ellas vestida con un sarín color azafrán y la otra con uno color de lavanda; eran de piel oscura y portaban cacharros sobre las cabezas; estaban bajando las escalinatas del río sagrado y sucedió que un día de abril de 1980 yo subía a un rickshaw en la estación Benarés y como poseído, apuraba la marcha hacia el Ganges y ahí me estaban aguardando las dos esbeltas mujeres, oscuras, misteriosas, con cacharros de cobre sobre sus cabezas.

    No sólo el tiempo, sino también el espacio, comenzaba a ser un gran impostor. Un texto de Borges “El 22 de agosto de 1983” de su libro “Atlas” dice:”Bradley creía que el momento presente es aquel en el que el porvenir fluye hacia nosotros, se desintegra en el pasado, es decir que el ser es un dejar de ser…”, yo caminaba por las atestadas calles de Benarés y estaba al mismo tiempo en un aula de una casa estilo Tudor de Olivos escuchando a la muy británica Miss Dolores Solares en una tarde desolada de invierno que se hizo noche y soportando más de 50 grados de temperatura en el nórdico estado de Uthar Pradesh, por más que la lógica asevere que no se puede estar al mismo tiempo en dos lugares.

  • GLOBOS

    Son las 5 am, es el desierto, es Abu Dabi. Subimos al globo, entrelazados el deseo de ser aves y el terror a caer. Hay fuego que sale de un compresor con un estrépito que inquieta. El globo se eleva, entregándose al viento. Corren gacelas por las ondulaciones del desierto. Los caseríos se empequeñecen. Nadie habla, el silencio sólo es interrumpido por el sonido de las bocanadas de fuego. Me distraigo mirando la estela que dejó el avión. Estamos a 1250 metros y nos acaricia una brisa fresca. La canastilla es grande, somos 23 pasajeros mudos.

    Allá abajo, acaba de dejar un islote de palmeras, una caravana de camellos. Tal vez alguno de los mercaderes haya mirado hacia arriba y nos ha visto. Pensé en un film que vi en el Museo del Espacio, en Washington D.C., es un documental narrado por Morgan Freeman, que comienza mostrando a unos chicos a orillas de un arroyo en una zona rural de Holanda o Bélgica. La cámara no deja de ascender y el arroyo y los chicos dejan de existir, al igual que la canastilla en la que estamos, que se vacía: quedo solo en el globo, dejo de ser el viajador que sobrevuela el desierto en el año 2014; estoy ahora dentro de la sonda Rosetta, soy el robot Philae, que la viene conduciendo, desde hace diez años y he llegado a 6400 millones de kilómetros. Acabo de posar la sonda sobre el cometa 67P con el objeto de conocer el origen del sistema solar, porque los cometas son como las cápsulas de tiempo que guardan información sobre el inicio. Un cometa sería como una neurona de un inmenso cerebro, custodio de nuestra memoria. El sistema solar como el sistema nervioso. ¿Y si toda la cultura fuera un cerebro dañado por un ACV, intentando calcular los pelos blancos y los pelos negros que tiene una cebra?

    Vuelvo a la canastilla, desde estos 1250 metros imagino a los viajeros de la caravana con turbantes y túnicas protegiéndose de la arena. A 6400 millones de kilómetros de la tierra ¿qué sentido tienen las guerras civiles argentinas entre unitarios y federales, qué sentido tiene el Imperio Romano, qué sentido tiene el mudo alarido de la pintura de Edward Munch, un día de 1893; qué sentido tengo?

    El golpe del canasto y el posterior carreteo por el lomado desierto, me sacan de mi intermitente ensoñación.

    Nos acaba de pasar la caravana de camellos, era un tour de The Desert Experience; el guía llevaba una gorra Nike y la camiseta de la selección argentina con el nombre Messi en la espalda.

  • BARCELONA

    No me fatiga caminar una ciudad, pero caminar Barcelona, además me encanta y esta vez (2016) lo hago cableado a mi teléfono escuchando a Monserrat Caballé y Freddie Mercury cantando “Barcelona” en la Sagrada Familia, en Las Ramblas, en La Boquería, en el Puerto, en las calles del Barrio Gótico, en Sarría, en Barceloneta, en las librerías, en la playa, en los restaurantes y en los bares de tapas, en la Catedral, en la Pedrera, en la casa Batló. ¡Barcelona! ¡Barcelona!

    Veo gente por todos lados, sin escucharlos, se los oye. Me harta la cantidad de personas, aplauden y ríen por igual ante un mimo, un malabarista, un cellista que toca a Bach, redoblan los aplausos a Messi gambeteando y a Hitler vociferando. Lo importante es aplaudir y que se oiga. Sin escucharlos, me fatigan.

    De pronto dejo a la gran masa del pueblo y me escabullo en pleno Barrio Gótico por una pequeña calle que me deja en un remanso de paz que es San Felipe Neri. Hay un bar, con mesas en el playón. Pido unas tapas y cerveza. El calor es casi tan agobiante como la gente. Sólo una mesa ocupada por un muchacho de no más de 20 ó 22 años, bebe cerveza, escribe, cableado, escuchando, me gusta pensar que “Barcelona”. Su parecido con Gustave Flaubert me impacta e imagino que escribe: “PARA VIVIR TRANQUILO HAY QUE VIVIR SOLO Y PONER BURLETES EN LAS VENTANAS POR MIEDO A QUE EL AIRE DEL MUNDO LLEGUE HASTA UNO”, como escribió el de Madame Bovary.

    La paz se interrumpe por un nutrido “free tour” con megáfono y nos vemos obligados a escuchar “Felipe Neri, 1721-1752, barroco, dependencias de filipones, balas en el frente, (sí claro se ven), guerra civil, gran batalla, tropas franquistas destrozaron techo, murieron 42 niños, varios curas y al resto los fusilaron” y ¡APLAUDIERON!

    El Flaubert de jeans, musculosa, Vans negras, se pone los Ray Ban, paga, se levanta, y con toda la fuerza de su garganta, de sus pulmones, de su alma y de los gases de la cerveza ERUCTA como para que lo escuchen en Timbuctú y entonces me pongo de pie y lo aplaudo, le grito “thank you man”, me manda un “like” con su pulgar y desparece por la callejuela.