DOS GRADOS

Enero 2019 – Julio 2019. La misma temperatura en Edimburgo y San Isidro. Me agrada que dos ciudades tan distintas compartan la misma temperatura: dos grados centígrados. No puedo decir lo mismo de otros guarismos, en grados de inflación, llevamos amplia ventaja, jamás seremos alcanzados por Escocia.

Es enero, camino por George Street con el frío de julio, pero sin el cielo celeste de San Isidro, ni el sol plateando el inmenso río. He llegado a la Royal Mille, me detengo ante la estatua de Adam Smith (1723-1790). Who’s that granny? escucho al niño de 9 ó 10 años señalando desde su enfundada mano amarilla al pétreo pensador.

Un hombre muy inteligente que le enseñó a la gente a usar su dinero con eficiencia.

Sistema: ese chico estaba aprendiendo, lo que a su edad, yo aprendí de Ángel, el cartero. Me quedé pensando en una situación semejante: un niño le pregunta a la abuela ¿Y ese quién es? San Martín, Urquiza, Alvear, Roca, Mitre, Belgrano, Rosas, Dorrego, Garibaldi están a caballo, blandiendo la espada, alentando una avanzada, ¿Qué contestan las abuelas? ¿Qué sistema les podrían explicar a sus nietos con tantos militares en armas?

Un día me salí del sistema, pero sin rompimiento, (el mundo es tan vasto, tan extraño, que hay lugar en él para que todos estemos equivocados). Fui Wakefield, me propuse serlo, nunca necesité ser Bartleby: nadie me hizo tanto daño como para decir “I would prefer not to”. Sigo viajando para tratar de entender, ¿para recordar?, nunca para olvidar.

Edward Thomas Lawrence, nació en Gales, estudió en Oxford, sin embargo en Gran Bretaña, estaba pero sin ser. El día, que en el desierto, vistió árabe, comió árabe, pensó, sintió y balbuceó árabe, comenzó a ser y fue Lawrence de Arabia.

William Henry Hudson, nació en Quilmes, de padres norteamericanos, pero encontró su ser en la lengua inglesa; ninguno de sus libros sobre nosotros, fue escrito en español.

“En medio de la confusión aparente de nuestro misterioso mundo, los individuos están tan perfectamente ajustados a un sistema, y los sistemas entre sí y con un todo, que un hombre con sólo apartarse de su sistema un instante, se expone al temible riesgo de perder para siempre su lugar en el mundo. Al igual que Wakefield, puede convertirse, por así decirlo, en el desterrado del universo”, nos recuerda Hawthorne.

Tal vez como sociedad, la Argentina viene siendo Bartleby, y desde 1930 está diciendo “I would prefer not to”. ¿Qué? Preferiría no crecer, preferiría seguir cantando “combatiendo al capital”, preferiría no hacerme cargo de mis torpezas, de mi desorden en el manejo de la cosa pública, ya que como nos recuerda Borges en el “Evaristo Carriego” (1930), la cosa pública no se entiende como de todos, sino como de nadie, por eso -agrega- robar dineros públicos, no es considerado un crimen en la patria. Preferiría culpar al Imperio Británico, al capitalismo Norteamericano, a los fondos buitres, preferiría que me juzgue la historia, cuya absolución doy por garantizada, preferiría la sumisión al Estado y la bendición del Papa peronista, preferiría por siempre ser Peter Pan.

Historiadores, economistas, escritores, periodistas señalan mayoritariamente al 6 de septiembre de 1930 como el día del quiebre de la nación, con el golpe de Uriburu a Yrigoyen.

Vale recordar que trepado al zócalo del auto del General iba el Capitán Juan Domingo Perón.

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