Mi relación con Axel Sellars, comenzó en San Isidro, en el Colegio Nacional, cuando durante dos años fue nuestro profesor de literatura; yo era entonces, un adolescente de 16 años, él un profesor australiano de 23, que hacía su tesis sobre literatura argentina.
De entrada nos cayó bien a todos; era no sólo aire nuevo, sino que vino en jeans, con un blazer azul y se lo notaba incómodo con la corbata. Tenía un aire adolescente, que lo hacía una rara avis entre sus colegas, todos muy formales, cuando no anticuados. Estaba totalmente sorprendido por todas las veces que le preguntábamos ¿Por qué había venido a la Argentina? Nos parecía más lógico, que fuéramos nosotros los que teníamos que partir al exterior.
Los que hablábamos inglés, comenzamos a practicar un juego que consistía en traducir literalmente expresiones de un idioma al otro. Esto lo hacíamos en juntadas en Pepino, donde nos reuníamos a comer hamburguesas y a charlar durante horas; así “La Concha de la Lora”, pasó a ser “The Parrot’s Cunt”, “Tirame el fideo” devino “Throw me the Noodle”, Perón, obviamente fue John Sunday Big Pear”; un día compramos entre todos un billete de lotería para ganarnos, cosa que no pasó el “Fat of Xmas”. Como contrapartida “Pay attention” fue “Pagá atención”, “Out of the Blue”, “Fuera del Azul”; “Fuck yourself” fue “Autogarchate”; “William Shakespeare” pasó a llamarse “Guille Sacudelanza”. Cuando llegaba la cuenta alguien comenzó a decir “Putting was the goose” y cuando a alguien lo agarraban in fraganti, se impuso el “Bad Milk”.
Él fue quien despertó mi gusto por la literatura y quien nos alentó a escribir. Una vez nos propuso un concurso literario, que consistía en intentar superar el cuento más corto del mundo. Ante nuestra sorpresa, eufemismo por ignorancia, nos puso en antecedentes. Nos informó que hasta entonces, un tal Augusto Monterroso, figuraba en todas las antologías, como el autor de semejante logro, y que su cuento se llamaba “El Dinosaurio” y que dice; “Cuando se despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. Eso era todo, pero me deslumbró. Casi sin palabras nos mostraba un mundo: dos monstruos estudiándose. Aún no había terminado nuestro asombro, cuando Axel agregó que los triunfos son tan pasajeros como los fracasos, y que entonces, otro escritor, Luis Felipe Lomelí, lo desafió con “El Inmigrante”, que dice “¿Olvida usted algo? Ojalá”, lo que me volvió a sorprender y entonces Monterroso, nos dijo Axel, lo superó mejorando su cuento: “Dinosaurio, ¿todavía aquí?” Esto provocó a Lomelí que mejoró el suyo, y Axel nos leyó la nueva versión: “Olvido premeditadamente”, y entre risas y asombro nos leyó la última versión de “Dinosaurio”, “¿Rex?” y estallamos en carcajada.
Axel hizo un largo silencio y alguien dijo que no podía haber algo más corto y que entonces era imposible superarlo. A lo que Axel, irónico, agregó que Lomelí, lejos de amedrentarse lo había superado y que esperaba que alguien de entre nosotros, dijera más con aún menos. Axel hizo silencio, nos escudriñó entre desafiante y sobrador, anunció que el título del cuento de Lomelí, era “Me dejaste sin palabras”, volvió a mirarnos, caminó hasta el pizarrón y escribió
” “
.
A la edad que teníamos, un triunfo deportivo, la primera novia, la primera vez, provocan una conmoción y todos estábamos deseosos por competir y ganar.
A la siguiente semana Axel entró en el aula, como siempre lo hacía, cargado de libros que acomodó sobre su escritorio. Apartó un paquete envuelto como regalo y de una carpeta sacó las hojas que le habíamos entregado. Con cara seria anunció que había un ganador indiscutible. Este cuento, nos dijo, cumple sobradamente con los requisitos de la consigna y supera al cuento de Lomelí, menos que esto sería la página en blanco.
Nos mataba la ansiedad, ¿Quién sería? Los nombres de Inés, Eduardo, Tomás y Ana se barajaban como uno de los probables ganadores.
“Este cuento, en su despoiamiento, cobija la totalidad, la forma es perfecta e ideológicamente, se acerca a lo que humildemente me atrevería a llamar “la verdad”, whatever that might be”; aseveró Axel. Ahí, me pareció, sospechar al ganador.
Nombrar -continuó- siempre implica empobrecer,marcar un límite; las etiquetas ocultan. Dios (ya no tuve dudas, iba a ponerme de pie, sin embargo, bajé la vista) ha sido la invención ante la cual nos han hecho creer nuestra insignificancia, nuestra finitud, nuestra sumisión, nuestra imperfección, nuestra ignorancia, nuestra fealdad, nuestra vileza. Por todo ello, es que le hemos atribuido trascendencia, eternidad, perfección, bondad, sabiduría, belleza, justicia, invisibilidad. En nuestra cultura nos expulsó del Edén y nos condenó a fuego eterno en caso de persistir en rebeldía, y otra eternidad en caso de obsecuencia. Aquí Axel hizo una pausa y agregó:El solitario no tiene testigos. Carece de espejo.
Homero, ciego, nos develó un mundo.
Platón, libera a su filósofo de la ceguera de la caverna.
Borges, ciego, nos guía por un laberinto de espejos: el infinito estuario, donde se refleja la infinita llanura.
Axel se acercó al pizarrón y escribió
” DIOS “
.
And the winner is, y pasé al frente orgulloso y tímido, me entregó el premio que fue “Historia de la Eternidad” de Borges, hubo aplausos, gritos y abrazos y comencé a salir con Ana.
Para mañana lean en el diario La Nación el arículo “Todo lenguaje es fascista”, es una crítica que escribí, sobre un texto de Rolland Barthes, lo discutimos, vayan pensando, nos despidió Axel.
“Bad Milk”, profesor, mañana es”Little Tap’s Day”, es 7 de noviembre, no hay diarios.
¿Y eso?
Vaya pensando magister.
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