APRIL 3rd 1043 – 6th MAY 2023

Tal vez haya llovido en Winchester el 3 de abril de 1043, como llovió en Londres el 6 de mayo de 2023. En esos 980 años ha caido mucha lluvia sobre tierras británicas. Con lluvia o sin ella en esas fechas fueron respectivamente coronados reyes: San Eduardo el Confesor (1004 – 1066), quien un año antes de morir, inaugura la Abadía de Westminster, donde se acaba de entronizar a Carlos III(1948) con la Corona de San Eduardo. Todo igual y al mismo tiempo todo distinto. Eduardo el Confesor fue santificado, entre otras cosas, porque aun casado, no dejó de ser virgen, Carlos tiene como reina a su ex amante.

Churchill decía “No hay historia, sólo biografía”.

La enviada especial a Londres del diario La Nación, Luisa Corradini, concluye la nota sobre la coronación: “A Carlos III, el reinado no le será fácil. No sólo porque lo hace bajo la sombra omnipresente de su madre Isabel II que sigue siendo para sus súbditos un modelo irremplazable; sino porque a los 74 años, aun queriendo hacer ejercicio de modernidad, es, definitivamente el representante de una generación pasada de moda y de un mundo que está en vias de desaparición”.

Lapidario final, sobre todo, para un lector como yo, que nací el mismo año que el monarca recién coronado. Es como si cada piedra de la imponente Abadía de Westminster, fundada por el Rey San Eduardo, el Confesor en 1065, cayeran una tras otra sobre mí, precisamente en el momento en que después de 14 horas de estar escribiendo, tengo la vista irritada, me duele la espalda y en el instante de levantarme de la silla, un punzante dolor en la pierna izquierda, me ha dejado paralizado. Después del primer estupor tomo mi I Phone, tecleo “nervio ciático”, que parece haber estado esperando por 74 años hacer notar su presencia en mi cuerpo como Carlos de Windsor, la suya en el trono.

El nervio ciático abarca desde la parte baja de la espalda, pasando por las caderas y los glúteos, hasta llegar a cada pierna. La ciática generalmente ocurre cuando una hernia de disco o el crecimiento excesivo de un hueso ejerce presión sobre una parte del nervio… y así continúa una descripción excata de lo que me sucede y no estando acostumbrado al dolor, protesto,me enfado y me insulto y no termino nunca de aceptar lo que me han dicho todas las mujeres que he conocido que son seres más realistas que los nosotros: “la vida es así”, “hay que aceptar las cosas como son”. Soy de los que creen que nada “es así”, sino que “hasta ahora han sido así y que todo es movimiento”. Pero debo reconocer que a pesar de mis lecturas, viajes y opiniones, mi alegría al caminar por Himalaya, viajar en el techo del tren en Siligury, remar doce días por el Amazonas con el remo corazón, caminar la Pampa de Achala, volar en planeador, helicóptero, aviones cargueros y globos aerostáticos. Bien todo esto y lo que tengo planeado hacer ha sufrido un cachetazo, una trompada contundente y me doy cuenta que no sé aceptar que “la vida es así” y entonces al leer eso de “pasado de moda y a punto de desaparecer”, me provoca tanta indignación como cuando veo a Donald Trump regocijarse mirando a sus partidarios tomar por asalto el Capitolio de la democracia fundadora de la modernidad, o cuando Cristina Kirchner o Jair Bolsonaro no asisten al traspaso de mando a sus respectivos sucesores, o el Papa Bergoglio afirma que “la propiedad es un derecho secundario” por más que el Estado Vaticano que él preside afirma poseer 5250 edificios y ninguno de ellos está situado en el Bronx, La Matanza o Bethnal Greene y entonces el salvaje apasionado (más no violento) que me habita, me transforma en la antítesis del filósofo estoico que pretendo ser sin conseguirlo y en vez de aceptar “que esto también va a pasar” como le dice el botones del hotel a Julia Roberts en “La Boda de mi Mejor Amigo” que la ha dejado desolada, despojada y vacía; me pongo de pie -a pesar del dolor- me calzo los guantes de box, me enfrento a la bolsa de arena y con bronca, rabioso, iracundo, le pego, le pego, le pego y no dejo de pensar, sin embargo, que hace 2500 años un griego muy sabio y muy pobre anotaba en la tablet de su tiempo: “Byos (arco) tiene nombre de vida y efecto de muerte”, y exhausto solicito un turno para una resonancia magnética que parece que es lo que hay que hacer y ya más calmo me siento y me repito que a pesar de los años, aun no sé que estoy haciendo aquí, ni por qué soy argentino, nacido a mitad del siglo XX, por qué nací varón, ni por qué respondo a mi nombre y mucho menos por qué me ha costado siempre tanto aceptar la realidad tal cual es y no como yo quisiera que fuera. Seguiré viajando, leyendo, balbuceando mis opiniones, por más que en mi equipaje, además de pocas prendas, las bitácoras y algún libro, tenga que agregar algún paliativo para la ciática porque me faltan muchos kilómetros y porque la libertad individual no estará en mí pasada de moda y mucho menos en vías de extinción, a pesar de mi conciencia: “Memento Mori”.

Estamos viviendo otro mundo donde los valores de la democracia liberal se encuentran entre paréntesis, donde autócratas de todo tipo parecen querer imponer su voluntad a sus pueblos, el mundo es más virtual que real, el planeta ha sufrido la plaga global del Covid, Rusia ha entrado en Ucrania con igual salvajismo a como Hitler lo hiciera en el centro de Europa en el siglo XX o como Hernán Cortés en México en el siglo XVI, o como los bárbaros en Roma en el siglo V. Los narcotraficantes se han apoderado de ciudades importantes de América, la omnipresencia de los celulares es equivalente a la del ombligo, las redes invaden todo, el Chat GPT es materia de consulta como lo fuera el oráculo de Delfos en el siglo VIII antes de la cristiandad, la IA es materia de estudio y preocupacióin ya que está modificando el concepto de trabajo, ocio y hasta de humanidad, casi sin saberlo, como sí , en cambio “Lo supieron los arduos alumnos de Pitágoras, la mano que esto escribe renacerá del mismo vientre”, como reiteró Homero que después fue Shakespeare, antes de ser Borges.

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